Libros de ayer y hoy
60 ejidatarios fueron secuestrados en Chiapas. Un grupo criminal fue capaz de privar de su libertad a estas personas sin que haya una reacción del gobierno que dé certidumbre si pueden volver. Los pobladores tenían bloqueados caminos exigiendo que regresaran, esto a pesar de las amenazas de que los entregarían en bolsas, si no se retiraban.
En la conferencia mañanera del día posterior, al presidente no le mereció hacer una sola declaración. Este caso pone en evidencia, de nueva cuenta, lo que está ocurriendo en el país. Todo evidencia una estrategia de seguridad fallida; después de 5 años, fue más el empecinamiento por creer que funcionaría, que el resultado.
Los criminales deambulan casi en total impunidad en el país porque saben que no corren riesgo de ser vulnerados. En este país los que tienen miedo son los ciudadanos, no los delincuentes. Se saben protegidos por una estrategia que los cuida, no importa el grado de barbarie al que lleguen.
Cabe recordar lo que les dijo el presidente a miembros de la Guardia Nacional en Tepatitlán, Jalisco, a principios de 2020, señaló que “tenemos que ser respetuosos de los derechos humanos. Los delincuentes son seres humanos que merecen nuestro respeto y el uso de la fuerza tiene límites, básicamente es para la legítima defensa”
No entiendo ni dimensiono el respeto que le puedes tener a un criminal capaz de torturar, de mutilar, de quemar a familias con niños incluidos, o en este caso, de secuestrar a 60 personas, que son padres, hermanos, hijos, que trabajan la tierra y que su pecado fue interponerse en intereses de criminales.
Mientras, como también se evidenció, el personal militar de San Cristóbal de las Casas decidió no intervenir porque serían superados por una veintena de hombres armados, quienes habían cometido el secuestro; tristemente, es lógico que el temor los motivara a no actuar, pero es necesario reflexionar sobre ¿qué hubieran podido hacer? No creo que a punta de abrazos soltaran a los ejidatarios.
Esto es sólo en Chiapas, pero lo que ocurre en todo el país es evidencia de que las fuerzas federales están completamente rebasadas y huele a que impera una gran corrupción. López Obrador se comprometió a mejorar completamente la seguridad, durante 3 diferentes campañas, decía tener el diagnóstico y la solución; sin embargo, la estrategia es un fracaso total, porque tiene una tibieza inaudita, que provoca y motiva a que haya más violencia.
Si por algo se ha caracterizado el presidente es por dar excusas para jamás tener que dar resultados. Las fuerzas armadas se mantienen por los impuestos que aportamos todos los mexicanos, y gracias a ello, tenemos 123,000 elementos; pero ¿para qué sirven si los tienen amarrados de manos y con miedo a 20 sicarios que secuestran impunemente?
Muchas voces lo han criticado por la tibieza con que se refirió al conflicto de Israel, no condenando y dando posturas ambiguas, pero sólo es un capítulo más de su manera de ver las cosas si se trata de seguridad. No hay paz en el país, y seguramente tampoco la habrá en su conciencia.