
Enfermería del IMSS, columna vertebral del sistema de salud: Zoé Robledo
CULIACÁN Sin., 9 de Mayo de 2025.- Su vocación la siente como un apostolado porque a 34 años de haberla iniciado, ha encontrado que servir y cuidar a quien lo necesita en un Hospital, es otra forma de amar al prójimo.
Ella es María Leticia Lugo Vázquez, pero, prefiere contraer su nombre y todos en el Hospital General de Culiacán la conocen como Lety Lugo; es enfermera especializada en atención post-operatoria y madre de familia, aunque, presume, su labor de maternidad la ejerce prácticamente las 24 horas porque, aunque le han recomendado que no se involucre con los pacientes, al darles el cuidado que requieren lo hace con el mismo cariño y amor, especialmente cuando se trata de niños, porque visualiza que son sus hijas.
Lety recuerda que la profesión llegó por la necesidad familiar de contar con un empleo para ayudar en su casa; pero, con tan solo 19 años de edad, cuando pisó por primera vez el Hospital General, ya como enfermera sintió que no se había equivocado, que había encontrado la razón de ser para su vida y en especial, cuando como pago recibió una sonrisa, el agradecimiento de un paciente recuperado.
Y asegura que su amor al trabajo creció cuando fue adscrita al área de Gineco-Obstetricia y la mayor satisfacción fue saber que sus conocimientos, disposición y habilidades podían hacer la diferencia al ayudar a una madre; entonces nace su propia necesidad y es cuando tiene a la primera de sus tres hijas quien creció en guarderías y aunque le daba el tiempo y la atención, nunca fue suficiente”.
“Mi niña, a los cuatro años -recuerda Lety- me veía ponerme el uniforme y me pedía que me lo quitara, no quería que saliera a trabajar, pero tenía que hacerlo, la dejaba triste e igual yo y llegaba al Hospital, me concentraba en mi trabajo”.
Lety reconoce que cumplir la doble función no es fácil; especialmente, porque se tiene que separar ambas para que no interfieran, pero, al menos para ella recuerda, que “lo más duro era que dejaba en casa a mi hija enferma y llegaba al Hospital precisamente a cuidar a otra niña igualmente enferma, yo creo que por eso les daba más cariño, porque en ese niño o niña volcaba las atenciones que deseaba darle a la mía y que esperaba que los estuvieran recibiendo”.
Otra de sus grandes satisfacciones, señala Lety, ahora lo puede decir, es la de estar trabajando en un edificio moderno, con mejores instalaciones, pero dejar el viejo edificio del Hospital General, precisa que le fue muy difícil, especialmente porque fue donde se inició en la enfermería, caminó sus pasillos embarazada, porque en sus instalaciones, quedaron las dulces voces y risas de sus niñas y niños, propios y extraños, a los que les tocó brindarle los cuidados; el viejo edificio cuyas paredes quedaron impregnadas con sus recuerdos.
Y como todo en la vida es evolución, precisa, llegar al nuevo edificio lo ha tomado como un renacer, un volver a comenzar en la construcción de recuerdos, cariños y nuevas añoranzas sin olvidar las que por 33 años se fueron creando y acumulando hasta “llenar la vida de una madre enfermera que igual atiende al paciente ajeno como al propio”.