Teléfono rojo
Arturo Zárate Vite
Lealtad de Ebrard y Monreal
Tanto a Marcelo Ebrard como a Ricardo Monreal la oposición les ha coqueteado.
Explicable porque los opositores, por más que deshojan la margarita, no encuentran a
nadie que pueda representarlos en 2024 con posibilidades reales de ganar la
presidencia.
Hubo un momento en que Monreal pareció estar a punto de dar ese paso, cuando en
el Senado tenía los votos suficientes, de la oposición, para asumir la presidencia de la
mesa directiva. Su bancada guinda estaba dividida y en ese trance el ofrecimiento de
sus adversarios, que, por supuesto no era gratuito, implicaba el rompimiento con la 4T
y Andrés Manuel López Obrador. Desistió.
Le dolía que el presidente lo desairara, que no lo hubiera incluido desde el principio
como aspirante a la candidatura de Morena. Lo hizo con el paso del tiempo, sin
festinar, forzado, en medio del enfriamiento de sus relaciones. Ya no se veían con
regularidad.
Sin duda López Obrador le conoce fortalezas y debilidades. Seguro que cuenta con
información que lo eleva y otra que lo desnuda como aspirante al grado de ponerlo en
jaque político. A estas alturas, el presidente lo sabe todo y de todos, por eso a veces
la rudeza en su oratoria, con la certeza de que el mensaje será recibido por el
destinatario o destinatarios.
No ha sido casual que el propio Monreal haya reconocido la pérdida de control de su
grupo parlamentario en el Senado. Para eso han trabajado quienes llegaron al edificio
de Insurgentes y Reforma con la encomienda de quienes suspiran por la candidatura
presidencial. El enemigo en casa.
Tiene información, estimaciones y versiones, desde hace varios meses, de que la
oposición no va a ganar en el 2024 y tampoco él va a ser nominado candidato a la
presidencia por el partido en el poder.
En ese escenario, más le vale negociar y amarrar una posición para el siguiente
sexenio, empleo para su equipo. Es lo que decidió hacer. Estaba visto que medir
fuerzas con el presidente lo llevaría al precipicio, a quedarse como el perro de las dos
tortas, sin nada.
Por experiencia, como veterano de la política, optó por lo seguro, seguir dentro del
presupuesto oficial, para no caer en el error de quedar fuera y difuminarse del
escenario nacional.
Es el mismo caso de Marcelo Ebrard. El presidente sabe de sus fortalezas y
debilidades. Nadie le niega al canciller sus capacidades en el servicio público, sería un
gran candidato, ideal para la oposición. Incluso, hasta la fecha, los opositores tratan
de conquistarlo. Es el que más les convence y simpatiza porque no es izquierdoso de
cepa, sino moderado.
Cuando fue perseguido en el gobierno de Enrique Peña Nieto, porque era considerado
culpable de la filtración informativa sobre la casa blanca de la esposa del mexiquense,
Ebrard no se refugió en un país del tercer mundo, sino en Francia, donde tiene raíces
familiares.
El propio Ebrard ha contado que lo querían meter a la cárcel. Regresa y reaparece en
la política nacional a la sombra de López Obrador. No sólo lo protegió, lo integró al
gabinete presidencial.
Obvio que ni Monreal ni Ebrard son suicidas, tampoco malagradecidos. Se la deben al
presidente y harán lo que les diga dentro de la estrategia para que Morena conserve
el poder en 2024.
“Amor con amor se paga” (frase presidencial) y así le van a corresponder el senador y
el secretario de Relaciones Exteriores al presidente.
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