Indicador político
Se ha instalado en la vida pública la simulación. Se dice una cosa y se hace lo contrario, práctica común, no sólo de quien está en el poder, también de los opositores, los grandes empresarios, los medios y autoridades electorales. Debe preocupar porque se avecina un proceso electoral fundamental para el país, y los ciudadanos necesitan claridad sobre las opciones en juego. Obligado es actuar sin máscaras ni engaños, que haya un voto informado.
Una de las razones para la simulación es que el refugio en las intenciones da curso a la esperanza de cambio a muchas personas, todo el país, de todas las condiciones sociales y persuasiones políticas. Pocos aceptan el estado de cosas; desde hace años se vive en el descontento, debido a una realidad adversa y a la crisis en las expectativas de una mejor vida y convivencia social. Ante la falta de credibilidad de lo convencional se prefiere el paraíso de las buenas intenciones, que al final llevan a un nuevo desencanto y la perenne infelicidad.
El presidente es campeón en la contradicción entre el decir y el hacer. Está presente en cualquiera de los rubros, de allí que tenga que recurrir permanentemente a los otros datos, pasaje directo a la realidad virtual propia, a un país en paz y seguro, en progreso, en crecimiento, sin corrupción y con un gobierno que ha acabado con la pobreza. Todo lo malo es imputable a otros o al pasado. Distinta es la realidad, pero no pocos prefieren la promesa y la fantasía o como se ha dicho, las respuestas simples e ilusorias a los problemas complejos. Mientras la propaganda oficial a todo, todos los días, todo el tiempo y en todo lugar.
Lo más perverso de la simulación se está dando en el proceso para elegir poderes el próximo año. Simulación que se ha vuelto para el oficialismo condición de eficacia; para los opositores, materia de supervivencia como se vio en los procesos internos ilegales, anticipados y en los que todos participaron con un sobre entendido: que se trataba de elegir candidatos presidenciales, aunque el formalismo era la designación del coordinador de quien sabe qué cosa.
Las autoridades electorales permitieron la farsa y el Tribunal Electoral la avaló. El proyecto de la magistrada ponente, Janine Otálora, era más que claro y evidente: se trataba de procesos de selección de candidatos al margen de la legalidad establecida y contravenían normas básicas como la fiscalización de los recursos públicos, fundamental para la equidad y para evitar desvíos que generen una relación indebida entre el dinero y los futuros funcionarios. El proyecto fue rechazado, representando el peor fracaso del intento de restituir la legalidad. Una pena ante el bien actuar del Tribunal y sus no pocos logros en estos últimos años.
Ahora se da un nuevo curso. Los ejemplos más acabados son Marcelo Ebrard y Dante Delgado. Ambos personajes simulan ser la oposición y en realidad están en la puja por mantener los privilegios a partir de la convicción compartida por muchos de que el oficialismo es imbatible y, por lo mismo, es más rentable hacerle el juego; de otra manera, estarían del otro lado. Es cuestión de tiempo para que quede claro que Marcelo no estará en la oposición, a pesar de su denuncia sobre el uso y abuso de los recursos públicos en su contra, quizás hasta una senaduría por el PVEM le concedan. Dante puja por una tercera vía con la clara intención de dividir el voto que puede derrotar al régimen. Desde hace tiempo juega al opositor de la oposición, forma evidente de colaboracionismo con el poder, algo como el PPS y PARM del régimen de antaño.
Hay simuladores más encubiertos. Enrique Alfaro finalmente se mostró tal cual, no dice ni aclara porque la razón es inconfesable. Samuel García se perfila como candidato, pero requiere del apoyo de otro simulador encubierto, Alejandro Moreno, quien, de la mano de Rubén Moreira, harían todo para que el Congreso de Nuevo León concediera la licencia para competir al gobernador que ha denostado una y otra vez al PRI. Ya se verá la autenticidad de Alito y si no hay permiso para competir habrá quien en MC opte por jugar el papel de Patiño del gobierno, que haga de su campaña causa para golpear a Xóchitl Gálvez y el Frente Amplio por México, la genuina oposición.