Indicador político
El anuncio de 21 nuevos cardenales (18 electores, 3 eméritos) para la Iglesia católica vuelve a orillar a reflexionar sobre cómo se juega el futuro de la institución religiosa y especialmente en la sucesión del actual pontífice. Todo parece indicar que Francisco piensa en el destino que tendrán las reformas que a lo largo de una década ha ido construyendo y en el estilo que imprimió al liderazgo eclesiástico y que, según sus propias palabras, debe asimilarse en todos los pastores frente a los desafíos de la humanidad en los dos tercios de siglo que restan.
Francisco inició su pontificado con humildad pero también con la pesada misión de concretar una profunda reforma institucional solicitada por sus propios pares cardenales para la cual ha necesitado bastante brazo político y algo de estrategia porteña. La reforma estructural, como se sabe, ha tenido resistencias de todo tipo; pero la reforma de actitudes ha significado todo un duelo para el catolicismo contemporáneo que se debate entre lo urgente, lo necesario, lo deseable y lo posible. Y ese asunto, sin duda representará un tema ineludible en el próximo cónclave del colegio de cardenales para elegir al sucesor de Francisco.
El sistema del colegio cardenalicio tiene una peculiaridad, mientras más pervive el pontífice más cardenales contemporáneos suyos rebasan la edad límite para elegir al sucesor. Por ejemplo, los últimos cardenales relevantes de la era de Juan Pablo II que aún tienen un par de años más para participar en el juego son el gahnés y fuerte conocedor de la Curia Romana, Peter Turkson; el poderoso papabile arzobispo húngaro, Peter Erdö (el único país que Francisco ha visitado en dos ocasiones); y Phillipe Barbarin, arzobispo de Lyon caído en desgracia por las acusaciones de encubrimiento de pederastia clerical.
Esta situación presenta por lo tanto un colegio cardenalicio con características y perfiles que, año con año, fue construyendo Francisco o impulsando a través de colaboradores creados por su predecesor. Un colegio sumamente fortificado en diversidad por una mayor presencia de perfiles provenientes de congregaciones religiosas; ya que Benedicto XVI prefirió hacer cardenales casi exclusivamente a aquellos formados en el clero secular y dio muy pocos birretes púrpuras a religiosos, casi siempre de emeritazgo.
Fuera del Vaticano, Bergoglio ha confiado cardenalatos a capitales geopolíticas importantes y tradicionales pero ha llamado la atención que ha convocado al Vaticano a pastores de localidades periféricas donde históricamente jamás habían tenido un miembro del sacro colegio y, sorpresivamente, ha conferido birretes púrpuras a obispos auxiliares creando modelos de colaboración no subordinada entre quienes tienen tienen el orden episcopal.
Es claro que aún es pronto para hablar de cónclaves y sucesores de Francisco pero es importante ponderar que el Papa argentino promovió un cambio radical en la estructura vaticana y en el estilo de gobierno eclesiático al mover el peso específico de la histórica congregación para la Doctrina de la Fe (que en algún momento llevó el antetítulo de ‘Suprema’) hacia el Dicasterio de la Evangelización; y eso potencia una visión muy clara de lo que, por lo menos Bergoglio y su consejo de cardenales, consideran debe ser el futuro de la Iglesia: No se trata sólo de defender la doctrina sino promover el pensamiento teológico.
Por ello, como pro-prefecto de la oficina de la Evangelización (que preside el propio papa Francisco dándole simbólicamente el carácter de ‘Supremo dicasterio’) ha puesto a quien muchos apuntan como el más probable sucesor de Bergoglio en el solio pontificio: al cardenal filipino Luis Antonio Gokim Tagle, el último de los purpurados creados por Benedicto XVI en 2012 y singular promotor del cardenal más joven de las últimas tres décadas, Giorgio Marengo, prefecto de Ulán Bator (Mongolia).
Tagle quizá pueda contar con el visto bueno de cardenales de la era Francisco que ocupan hoy puestos claves en los dicasterios pontificios: Semeraro (Causas de los Santos); Calaça de Mendoza (Educación y Cultura); Krajewsky (Servicio de Caridad); Grech (secretario del Sínodo de Obispos); Ayuso Guixot (Diálogo Interreligioso); You Heung-sik (Clero); Koch (Promoción de la Unidad de los Cristianos); Roche (Disciplina de los Sacramentos y Culto Divino); Czerny (promotor del Desarrollo Humano Integral); así como los próximos cardenales que se crearán el 30 de septiembre: Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio de la Doctrina de la Fe; Robert Prevost, prefecto del dicasterio de los Obispos; y Claudio Guguerotti, dicasterio de las Iglesias Orientales.
En todo caso, aún falta ver el movimiento de los cardenales italianos (el único episcopado que juega con reglas diferentes en el colegio) y lo que suceda en el próximo Sínodo de la Sinodalidad que será sin duda una prueba de fuego para la Iglesia católica; para definir no sólo si ese es el mecanismo con el que desea entender y servir al mundo sino si los creyentes realmente desean este estilo eclesial más colectivo y horizontal.