Itinerario político
El Golfo de México, nuestro gran pedazo de mar
Ni siquiera con un decreto, con su sola palabra, Donald Trump le quiere cambiar el nombre a nuestro actual Golfo de México. Por lo pronto algunas plataformas ya lo mencionan como Golfo de América. Casi cinco siglos después de que aparece así en los mapas, le vale al señor de la decrepitud. Al menos el ex gobernador de Baja California Jaime Bonilla Valdez siguió algunos trámites al cambiarle el nombre al Mar de Cortés y ponerle Golfo de California. Se le olvidó que estaba en la Baja y les endilgó todo el golfo a los gringos. Si para cambiarse el nombre personal se tiene que seguir todo un farragoso trámite civil, imagínese cambiarle el nombre a un mar, cuando buena parte de esos mares tienen aguas internacionales y debido a eso, dichas aguas son de todos. Se supone que a los más de 8 mil millones de personas que vivimos en este mundo nos toca aunque sea una ola marina. A partir de sus límites, la ley fija lo que son las aguas internacionales, aguas que son de todos y cuyos tesoros oceánicos nos pertenecen a todos por igual. La vida ha demostrado que no es así porque algunos pocos se agandallan de los recursos marinos de acuerdo a su poderío. Pese a ello, diría muy triste el gran poeta Rafael Alberti:
¿Por qué me trajiste padre
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
LAS DECISIONES INTERNAS DE NOMBRES, DISTINTAS A LAS INTERNACIONALES
La actitud de Trump para querer cambiarle el nombre al Golfo de México no es rara, porque eso mismo hacían todos los invasores en el pasado. El propio Américo Vespucio anduvo por ese mar y creyó, como lo hizo con el continente, que merecía su nombre. Trump le quiere cubrir el gusto. Cuando Hernán Cortés que se movía en nuestras tierras como Pedro por su casa llegó a Santa Cruz en California en 1533, le gustó el marecito que vio y le puso su nombre. Así estuvo por mucho tiempo hasta que llegó Bonilla. Hubo algunos en este tiempo que le quisieron poner Mar Yaqui y otros, religiosos, que lo nombraban como Mar Bermejo. Pero el nombre de Cortés prevaleció hasta que en los últimos tiempos ya se usa el nombre que le puso el ex de Baja California. En la etapa moderna hay organismos internacionales aparte de la ONU, que controlan ese problema que tiene mucho que ver con la aceptación de países y comunidades. El nombre tiene que ser un acuerdo certificado. En el caso del Golfo de México considerado la novena mayor masa de agua de la tierra y sobre el que se ha escrito mucho en los últimos días, en el rejuego está México como parte principal, Estados Unidos y Cuba que tiene dos litorales hacia ese mar. Y en el caso de los gringos que pretenden arrasar siempre con todo lo que tiene valor, las olitas verdes y la belleza del mar les vale; están pensando en los grandes reductos petroleros, de los cuales representan para Estados Unidos la sexta parte de su petróleo. Y eso crea problemas. Parece que lo intuía Dámaso Alonso aquel autor que estudiamos casi todos en nuestra niñez:
Gota pequeña, mi dolor,
la tiré al mar,
al hondo mar.
Luego me dije:
¡A tu saber,
ya puedes navegar!
EL CAMBIO DE NOMBRE DE UN MAR, QUE YA SE ESTÁ USANDO, NO DA DERECHOS
Servilmente, varias redes ya están usando el nombre Golfo de América sin que haya ninguna modificación legal del mismo. Se señala que ese nombre pretende arrinconar a favor de Estados Unidos tal concentrado marítimo, que desemboca en el Océano Atlántico. El derecho del mar entra en estos casos para fijar los derechos de cada país en sus aguas y litorales. La editora Tirant lo Blanch lanzó en español el libro El Tribunal Internacional del Derecho del Mar (2023), que aborda desde muchos participantes y comentarios, así como propuestas, ese importante derecho. En sus más de mil páginas pueden encontrarse las respuestas al problema que está causando Trump. Y fue el gran José Saramago el que le echó al mar su suerte:
A ti regreso mar
al sabor fuerte
de la sal,
que el viento trae
hasta mi boca.
A tu claridad, a esta suerte,
que me fue dado
de olvidar la muerte.