Indicador político
Por la paz mundial: la Navidad en las montañas y en la ciudad.
Que bueno que la gente tenga momentos de paz, de convivio y a veces de conciliación. Para muchos la Navidad es religiosa, para la gran mayoría es una fiesta popular creada por los pueblos, con personajes de pueblos, creados por ellos mismos. La festividad hace un recogimiento universal por lo mejor que puede tener el ser humano, pese al jolgorio comercial y al derroche en baratijas. Cuando las fiestas navideñas unifican a un mundo que se convulsiona en otros confines, vale preguntarse si en aquellos lugares donde muchos perecen víctimas de la infamia y la deshumanización, puede haber felicidad en estos momentos ¿Festejará la Navidad Benjamín Netanyahu y podrá alzar la copa del brindis con la conciencia tranquila? ¿harán lo mismo Joe Biden y los gobernantes de países poderosos que están apoyando la matanza en Gaza? Eso queda ahí para la reflexión de estos momentos y la intervención general para pedir que impere la paz. Yo regresaré en esta crónica, a quien consideró la Navidad un punto crucial del humanismo de los pueblos, nada menos que el gran Ignacio Manuel Altamirano quien a través de dos personajes un cura de pueblo y un militar, rodeados por pueblerinos, dan en su libro, Navidad en las Montañas, la lección profunda de lo que deberían de manifestar en estos días, los seres humanos.
RESPLANDECE ALTAMIRANO, APOYADO POR RAMÍREZ, EL NIGROMANTE
Los grandes liberales de la época juarista como Ignacio Manuel Altamirano, no solo eran patriotas y lo demostraban en batallas, sino portaban en su intelecto una formación humanitaria que se enlazaba con su vena literaria. El llamado Maestro y considerado por muchos el creador de la literatura nacional, igual de indígena puro como Benito Juárez, se enlazó en las letras, estudió derecho y llegó a ser una eminencia en la política y la academia, de aquel siglo crucial. En su camino se cruzó como su maestro, otro de los grandes, Ignacio Ramírez El Nigromante, que le dio apoyo cuando era un adolescente y después compartió con él publicaciones, posiciones políticas y el amor al periodismo y las letras. Ramírez lo llevó a la literatura mediante una beca, cuando él daba clases en Toluca. Agradecido, Altamirano solía recordar la frase de Justo Sierra sobre el Nigromante al que llamó “obrero de la Revolución”. También solía llamársele el Voltaire mexicano. Apoyado por ese mecenas, Altamirano estudió derecho y sembrando un camino de méritos, llego a ser presidente de la Suprema Corte.
ALTAMIRANO, RAMÍREZ Y PRIETO, TRIUNVIRATO POR LA REPÚBLICA LIBERAL
A Altamirano y Ramírez, se sumó para un triunvirato de talento, el poeta y político Guillermo Prieto. Este fue aquel que se interpuso entre los soldados y Juárez, para evitar que el presidente fuera asesinado. Estaban en Jalisco, en uno de los muchos viajes de huida de Juárez, cuando sucedió el hecho que hoy se representa en una estatua en la capital de ese estado. Fue cuando enardecido, Prieto les gritó a los soldados: “¡Los valientes no asesinan!, ¿Quieren sangre?, ¡bébanse la mía!”. Los dos periodistas y el poeta, crearon la publicación Correo de México y más tarde Altamirano, la revista Renacimiento. Corrían los años difíciles de la Reforma, predominaba el masonismo del que era adepto el Nigromante y a la lucha entre liberales y conservadores para definir el futuro del país, se alineaba una iglesia católica ahíta de resabios por la nacionalización de bienes y la eliminación de privilegios. Altamirano, académico de muchas instituciones, todavía alcanzó a ser ministro de Porfirio Diaz, en las épocas en las que no se avizoraba la larga dictadura del derrocado en 1910.
NAVIDAD EN LAS MONTAÑAS, MODERNISMO CON RESABIOS DE ROMANTICISMO
Altamirano escribió poesía, cuento, relato y novela. Son suyos Cuentos de invierno y Clemencia, pero los más famosos son El Zarco publicado hasta 1901 y La Navidad en la Montañas ( Grijalbo 1998). Esta es una narración de 1870, que todavía recoge el protagonismo español que naturalmente se expresaba en algunos personajes. Los principales de esa novela son un capitán y un cura español. La forma como se conocen es casual, debido a un camino varado del militar, que lo obligó a refugiarse en un pueblo montañés. Instalado junto con su ayudante González, que tiene amplio protagonismo, se va enterando de la vida de aquellos montañeses, sus problemas, sus amores y la preeminencia del cura del pueblo, sacerdote emigrado de España que al parecer fue un personaje real y que era querido en la zona por sus actitudes humanitarias a favor de la población. Se entrelazan denuncias contra un clérigo abusivo, fiestas, posadas, y el toque romántico entre Carmen y Pablo que da la pauta para que algunos califiquen a la novela como romántica que en el fondo no lo es. En el modernismo que ya se avizora según analistas, se ven los toques de costumbrismo. El autor en el tratamiento a la iglesia católica, trata de ser justo reconociendo por un lado a los curas de pueblo que se aliaban con sus comunidades, de los clérigos abusivos que llevó a promulgar la Reforma. La narración tuvo gran éxito y de hecho se ha convertido en un clásico que encumbra a Altamirano quien después de sus muchos oficios y aportes, viajó a Italia y allá murió en 1893. Tenía 59 años.