Indicador político
Neorrealismo. Motos y bicicletas, el peligro
No tendríamos que calificar la dirección de Vittorio De Sica en Ladrón de Bicicletas, ni leer a su inspirador Luigi Bartolini, para entender que los llamados vehículos menores como la bicicleta y su hermano mayor la motocicleta, son de gran utilidad. El problema son los organismos de seguridad vial sobre todo de algunas alcaldías, para controlar el uso de esos vehículos. Su utilización ha llegado a ser tan peligrosa, que solo en el primer trimestre de este año, los motociclistas han sido protagonistas de 3 mil 510 de los 7 mil 974 accidentes, que señala la Secretaría de Movilidad (Semovi) de la CDMX. A ellos se suman en el peligro los carritos de comida conducidos por bicicletas, que pese a su estructura más pesada, se suben a las banquetas. Informo de entrada que a mi ya me atropelló una bicicleta y otras, incluidas motos, han estado a punto de hacerlo. El cuidado que pone el peatón sale sobrando. A veces va pasando por la calle en semáforo verde y las motos arrancan o en sentido contrario puede venir una bicicleta o un carrito de comida, fuera de su sitio especial. Lo mismo pasa en las banquetas. El peatón camina creyéndolas zonas de seguridad y atrás viene una bicicleta que aunque de menor impacto que un vehículo mayor, puede ser mortal. He sabido de personas a las que un manubrio inserto en un pulmón les decidió la vida.
NO HAY CONTROL EN SEGURIDAD VEHICULAR EN MUCHOS ASPECTOS
Con solo saber el número de licencias que ha otorgado la Semovi previos requisitos de registro de motos, 10 mil 159, da terror. En una información que publiqué en el 2019, las motos se calculaban en 4 mil. Estas se meten por todos lados. Atraviesan estacionamientos conectados en dos ejes e incluso para el ejercicio de actividades de sus conductores, no se estacionan en arribo de las aceras, sino que se suben a las banquetas. En la Alcaldía Benito Juárez, se acepta que tiendas de autoservicio, una de ellas cuyo techo se acaba de caer, permitan el atajo de las motos de eje a eje a toda velocidad y la secretaría de seguridad de esa alcaldía, ha permitido que se abran dos entradas para carros, que presionados por el tráfico, son peligrosos, junto con las motos, para el peatón. La directora de Seguridad Vial y Seguimiento a la Información, de la Semovi, Valentina Delgado, reconoce que las sanciones por accidentes en motos son mínimas y que se suma a los problemas viales de la ciudad, la presencia de motos que vienen de otros estados, sobre todo de Edomex, que no están registradas en la ciudad. Un control en las entradas de la ciudad, al parecer no está calculado. Al problema se suman los robos de bicicletas y motos. En el caso de las primeras el promedio diario de robos se calcula en 5, incluso a mano armada.
AQUELLA BICICLETA ROBADA, QUE EXPUSO LA VERDAD DEL FASCISMO
He escrito ya sobre la clásica Ladrón de Bicicletas, la película y el libro en que se inspiró (Ladri di biciclette, Sajalin editores 2009) novela de la posguerra escrita por Luigi Bartolini en 1945. La realidad supera la ficción y cuando se estrenó esa película, el problema de robos de bicicletas ya era acuciante. Era el vehículo más utilizado en ese momento. Nunca se imaginó el pintor, escritor y grabador italiano que una película (Ladri di biciclette 1948) le iba a superar el crédito de su creación. Vittorio De Sica se inspiró en el libro para crear un clásico del neorrealismo, considerado entre las 50 películas más importantes de todos los tiempos. Tanto lo escrito como lo filmado, giran en torno al robo de una bicicleta a un trabajador que había hecho grandes sacrificios para adquirirla. La búsqueda del vehículo transcurre en un agitado muestrario de personajes que reflejan los efectos de la guerra cruenta que acaba de terminar. Bartolini, un luchador contra el fascismo, que lo lleva a la cárcel durante cinco años, dio la pauta para que De Sica creara su gran obra maestra. El símbolo de una bicicleta exhibe las consecuencias de los conflictos en los seres humanos. Al morir en 1963, el germen de su novela se expandió en el mundo como una advertencia de lo que no puede volver a ocurrir.