Indicador político
SIQUEIROS en tiempos de rupturas políticas
Teresa Gil
Fue otro México el que conoció David Alfaro Siqueiros, pero en el que se entrelazan las mismas esperanzas que hoy se viven en el país. Esperanzas igual de perseguidas en su conflictiva vida y su carácter arisco. El y Julio Scherer García autor de su principal semblanza, murieron el mes de enero, el primero el 6 y el segundo el 7, con 30 años de diferencia en edad. Esos tenía el pintor nacido en 1896, cuando el periodista vino el mundo en 1926, ambos en la Ciudad de México. A esa edad, el muralista ya había recorrido parte del quehacer pictórico y algo de ese recorrido fue volcado en el primer libro de Scherer, La piel y la entraña (Editorial ERA, primera edición 1965) cuando era reportero del diario Excélsior del que después fue director. Lo que se consigna en el libro es parte de la larga charla que mantuvo el fallecido ex director de Proceso en los años 1960-64, cuando Siqueiros estaba confinado en el penal de Lecumberri. A manera de prólogo, el autor informa al lector su intención de descender al alma del pintor “lo que al artista tiene sin cuidado”. A partir de ahí, Scherer se introduce en 52 evidencias del protagonismo de su entrevistado, en una narración en la que aparece parte de esa alma en búsqueda y en la cual, la excelente prosa de Scherer parece confundirse con la voz poética y descriptiva del David preso. El libro conduce un poco al alma de otro gran muralista Diego Rivera, cuya entrevista realizó Scherer en otra ocasión. A casi 60 años de haber sido publicado y haberse convertido en uno de los libros más leídos de Scherer, se han hecho varias ediciones, una de ellas del Fondo de Cultura Económica en 2003.
EL MÉXICO QUE SIQUEIROS DESCUBRIÓ EN EL EXTRANJERO
En las diferentes anécdotas que aborda Scherer, algunas tienen un toque histórico por el tipo de personaje que fue Siqueiros. Se habla de su vida en Europa, las cárceles, opiniones sobre los gobernantes, la composición familiar de la época, expuesta en su propia familia y el México en la concepción sociológica del machín que mata al rival pero es tierno y amante con las mujeres. Temas que se van sucediendo mientras se habla de la familia particular, un abuelo de extremo, alegre y pendenciero y un padre mocho, serio y dedicado a la iglesia. Una familia acomodada que le dio estudios especiales y que le forjó un carácter impulsivo, exigente y peleonero. Varias veces cayó en la cárcel. Por las páginas del libro transita la gran amistad que tuvo con el músico George Gershwin, el de Rapsodia en azul, muerto en plena juventud, al que le realizó un mural en medio de una existencia que a veces estaba ante las grandes paredes y en otras, por necesidad inclinado hacia un caballete. Scherer va captando la vida de un protagónico, al que se agradece ese individualismo por la expansión poética de sus opiniones, en las que no falta la rabia de una realidad injusta y la exigencia de una lucha como las que dio, entre otras por los ferrocarrileros. Luchas y desmanes que lo llevaron a la cárcel.
CONCEPTOS PICTÓRICOS ROMPIERON AMISTAD DE RIVERA Y SIQUEIROS
El nacionalismo que se expresó en los murales tanto de Diego como de Siqueiros y José Clemente Orozco, fue desechado por una corriente que hoy aparece representada por artistas importantes. Fue la corriente de la Ruptura cuyos representantes prefirieron hurgar y reproducir concepciones extranjeras. Siquerios ya la menciona. Ese mismo nacionalismo que ponía a México sobre la concepción del arte, exaltaba las vidas de Rivera y Siqueiros y en su cotidianidad refulgía el anhelo sobre todo de que había que regresar a México. Pese a ello había serias diferencias entre los dos muralistas. sobre esa concepción del arte. Lo único en lo que coincidían según confesó Siqueiros a Scherer, fue en el regreso a México y en pintar inspirados en tierras mexicanas “¿Que podría ser más hermoso que lo que se expresa en un acento propio? ¿que impulso poético podía igualar el amor de las aves entregadas a ellas mismas en un cielo que a nadie pertenece?” Esas y miles de preguntas se hacían para retornar al país y tomar la paredes como presas, para configurar uno de los grandes muralismos reconocidos en el mundo.