Indicador político
Muñoz Ledo, despecho y el hombre que no pudo ser
El descenso de Porfirio Muñoz Ledo al insultar al presidente Andrés Manuel López Obrador, no puede entristecer o indignar a nadie. Él siempre ha vivido en la contradicción y el escándalo. Es su forma de trascender. Es un personaje de relumbres y oscuridades. Quien lo llegue a analizar realmente, podrá extraer sus verdaderos méritos y discernir si realmente le ha servido al país quien trabajó con Díaz Ordaz, vivió un largo amasijo de puestos en el PRI y en determinado momento, se pasó de la izquierda a la vera del PAN. Cuando el final se acerca la dicotomía asoma su rostro. Muchos se despiden en la gloria. Otros enseñan toda la pequeñez que ocultaron en su transitar. Una pequeñez que se arropó bajo la imagen de la grandeza. Así ha sido Porfirio Muñoz Ledo, el gran diletante de la política mexicana. Algunos de sus críticos han dicho que en el libro Porfirio Muñoz Ledo, Historia Oral (Penguin Random House, Debate 2017), se cuenta a partir de su voz, la larga historia de su vida en la política, bajo la visión personal sujeta a dudas. No niegan esos críticos sus méritos, su larga trayectoria, en un sistema que tenía hombres orquesta a disposición. Por eso estuvo en la SEP, en el IMSS, en la secretaría laboral, fue diplomático, teórico, legislador, dirigente del PRI y del PRD. y muchas cosas más. La pregunta es ¿En que ha servido a la democracia y al avance de un país, quien ha vivido de los recursos públicos más de 50 años?
EL GRAN PERDEDOR. NI PRESIDENTE, NI GOBERNADOR, NI JEFE DE LA CDMX
De puesto en puesto, lo que de alguna manera señala el raquitismo de cuadros del PRI, Muñoz Ledo siempre quiso ser presidente y ningún dedazo lo alcanzó pese a que creyó en su momento que Luis Echeverría (LEA) lo tenía en su mira. Se habla de ese predio que mandó añadir junto a su casa, porque de acuerdo a insinuaciones de LEA, debería tener más espacio para seguidores. Quiso ser gobernador y fue candidato del PRD en Guanajuato, en una campaña que terminó en la famosa concertacesión priista-Pan y en la que solo alcanzó el 3 por ciento de la votación. En el número tres de la Tragicomedia Mexicana de José Agustín (Planeta 1998), el escritor cuenta como fue nominado por su partido, mientras era senador, y como los senadores priístas, sus anteriores compañeros, respiraron tranquilos cuando se fue. Porfirio ni siquiera era de Guanajuato, pero alegó derecho de sangre y logró que “Salinas ordenara que lo registraran”. Hizo una campaña en contra del PRI y PAN, pero al final con “la marranada” que Vicente Fox candidato panista mencionó, porque él se adjudicaba el triunfo, Porfirio lo avaló, le levantó la mano y lo declaró vencedor. En su presidencia Fox le retribuyó el apoyo enviándolo como embajador a la Unión Europea y más tarde representante de México en la ONU. Después rompió con Fox y se incorporó muy girito, a la izquierda, en su afán chapulinesco. Ésta, también muy perdonadora, siempre lo acogió. Ahora, entre repulsas e inventos alPresidente al que le señala relación con el narco, coincidentemente en vísperas de elecciones, sigue en Morena.
LA CORRIENTE DEMOCRÁTICA Y LA POCA COHERENCIA DE UNA IZQUIERDA
La divergencia dentro del priísmo, en esas diferentes corrientes que Muñoz Ledo suele señalar, llevó a la salida en 1988, de lo que fue llamada Corriente democrática o democratizadora, en la que despuntaban sobre todo Cuauhtémoc Cardenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez. El arribo a una izquierda que pasaba por diferentes instantes de descenso, le sirvió a ésta para recobrar algo de su aliento y al poco tiempo los tres personajes no solo eran admitidos, sino que fueron colocados en la palestra. Es una crítica que se hace a la izquierda, sobre todo al PCM, de grandes luchas y persecuciones, el que haya permitido que priistas no solo fueran admitidos, sino colocados en la cima. Quizá de parte de los comunistas fue una respuesta al buen trato que habían recibido del general Lázaro Cárdenas. El caso es que los priístas de pronto ya eran los amos y señores de la izquierda y Cárdenas se convirtió picudo en el líder moral. A ambos, Cárdenas y Muñoz Ledo, no les gustó desde luego que aquel al que consideraban menor los fuera desgastando en ese proceso de acomodo de varios partidos y grupos de izquierda y apareciera Andrés Manuel López Obrador. La respuesta más brutal sobre todo para el ego de Cárdenas fue cuando en la elección interna por la presidencia, pese a su liderazgo moral, AMLO arrasó en la votación. Desde entonces la posición de Cárdenas está a la vista, crítico, detractor cuando puede y ahora, recientemente, negando la eficacia de la 4T. Muñoz Ledo fue más vivo, reconoció el triunfo presidencial obradorista, le puso banda presidencial y buscó acomodo como siempre lo ha hecho. En este momento, huérfano de apoyos internos, con su vida en declive, echa mano de la calumnia y el insulto. Y en esta ocasión, quizá, no habrá nadie que lo rescate ¿A la basura de la historia?