Indicador político
Para quienes no les gustan los resultados de una encuesta la salida fácil es descalificarla bajo el supuesto de que está alterada o de plano inventada. Los encuestadores padecen esa respuesta pública y en lo privado un cliente que no ve reflejada su expectativa en los números muy probablemente suspenderá el servicio. Las encuestas más confiables son las de instituciones independientes como universidades y medios de comunicación. Hacer encuestas es muy costoso y el cliente mayor de siempre han sido los gobiernos y en tiempos de campaña, partidos y candidatos, lo que reduce la autonomía e independencia del investigador. Las encuestas de El Financiero y Reforma tienen el valor adicional que las realizan sus respectivos departamentos de investigación, es decir, los encuestadores no trabajan para nadie más. Otras más las realizan de manera exclusiva entidades externas como es MetricsMx con SDP Noticias. Las encuestas han fallado de manera repetida en el pronóstico del resultado electoral. Es un problema presente en todas partes durante la última década. La ciencia demoscópica está bajo cuestión por los pronósticos fallidos en entornos electorales y hay empresas de larga historia, como Gallup, que se retiraron de las encuestas electorales. El problema es real y sobrepasa la sospecha de alteración deliberada de los números del encuestador o de quien los difunde. Las encuestas obligan a una lectura rigurosa que pocas veces ocurre, porque la virtud de los sondeos de opinión es que la complejidad y la incertidumbre se reducen a unas cifras. La aspiración por saber y la precisión se dan la mano; sin embargo, las cosas son más complejas y menos evidentes. Encuestar bien requiere método y buena parte de la innovación digital, llamadas robot o encuestas a teléfonos móviles no cumplen con reglas elementales como es una muestra representativa. Un ejemplo de lo que está ocurriendo con las encuestas convencionales se presentó este martes, en primera plana el diario Reforma publicó los resultados de su sondeo trimestral de opinión, que muestran las intenciones de voto en la elección presidencial y en la de Congreso. Hay que destacar que Reforma tiene uno de los mejores registros de precisión en sus encuestas. Los datos que ahora publica son abrumadores. La elección está cantada y con el tiempo que queda, el piso disparejo y la diferencia entre competidores quedaría despejada la duda: Morena ganará la presidencia con amplio margen y obtendrá mayoría calificada en el Congreso. Por cierto, al presidente lo aprueba 72% de los encuestados, dato fuera de rango respecto a otros estudios. Los datos del levantamiento dan información que vuelven las cosas mucho más inciertas respecto a dos datos cruciales: el rechazo a ser encuestado, que es de 47%, que ahora es común en estudios de vivienda convencionales y la respuesta al reactivo de si ya tiene definido su intención, que es de 50%. Supongamos que hay dos segmentos, los que aceptan ser encuestados y los que lo rechazan; son universos distintos, no es un asunto de números, sino de calidad, un encuestado que rechaza no es igual a uno que participa, porque desconocemos la razón de su rechazo. Se puede inferir desconfianza, descontento o miedo. Para efectos prácticos, en la encuesta de Reforma casi la mitad pertenece a este grupo sin que podamos inferir nada de ellos, justamente porque no quisieron ser encuestados. Si de este 53% sabemos que la mitad ya tiene definido su voto, entonces la intención de voto ya definida, que no cambiaría, es aproximadamente de 26.5% de la población total, ya que el segmento demográfico 47% no fue encuestado, y de aquellos sólo la mitad declara estar definido en su intención de voto. Es decir, la certeza que ofrece el gráfico no es tal. Esto no significa engaño o que sea falso, simplemente que la lectura superficial de la encuesta nos puede llevar a conclusiones espurias. Los estudios de opinión en contextos de descontento, miedo o desconfianza dificultan el pronóstico y subestima al opositor. Así sucedió con el Brexit, la elección entre Hillary Clinton y Donald Trump, la elección reciente en Argentina y la elección de gobernador de 2015 en Nuevo León y los comicios intermedios de 2021 en México, solo por citar unos ejemplos. Sería muy útil profundizar en medios alternativos, como la encuesta con contraprestación, reportar frecuencias cruzadas con respuestas a otros reactivos, uso de panel, una segmentación con base al humor social del encuestado para inferir de manera indirecta intención de voto e interés en votar y, desde luego, el empleo de estudios cualitativos. Todo esto entraña un costo elevado. Soy de la opinión que la certeza que pretenden unos y otros no pueden ofrecerla los estudios de opinión en un entorno como el actual. La elección es más incierta de lo que parece y ella misma será prueba. Por lo pronto, resulta sano para el público lector de encuestas padecer el desaliento de la incertidumbre a pesar de la precisión de los números, aunque sea presentada por casas de solvencia como es Reforma. Como en muchos menesteres, incluso en la ciencia, la duda suele ser más próxima a la razón que la certeza.