Poder y dinero
Si el clientelismo electoral se impusiera ganaría el oficialismo con mayoría calificada en el Congreso. Si los ciudadanos prevalecieran la oposición ganaría con cómoda ventaja la elección presidencial y la pluralidad regresaría a las Cámaras federales. Si el crimen logra su objetivo de intimidar a candidatos y ciudadanos, ganaría Morena muchos distritos y senadurías, factor para triunfos en las elecciones locales, especialmente en los estados del pacífico, como en las elecciones de 2021. Los resultados de la elección serán un poco de todo, aunque lo más relevante y lo más democrático está de parte de los ciudadanos; su participación conjura las mayores amenazas al sufragio libre. Efectivamente, los ciudadanos tienen la última palabra, que significa participación electoral. 62% es la meta que se impuso la candidata presidencial Xóchitl Gálvez para alcanzar el triunfo. Se requerirá más, especialmente en el entorno urbano; no es difícil que en las zonas densamente pobladas la concurrencia ciudadana a las urnas pueda superar con facilidad 65% de los votos; de ser así, es pensable y posible la alternancia en la presidencia de la República. De cualquier manera, desde ahora, en la lógica de los números y el precedente de la elección de 2021, se anticipa una elección cerrada, mucho más que un trámite. La percepción del arroz cocido ha provocado una cargada a favor del oficialismo y que fluya dinero ilegal en las campañas. Los ciudadanos tienen el poder de dejar en su lugar los pronósticos electorales de los sondeos de opinión y para derrotar la opción autoritaria promovida por el presidente López Obrador, abrazada por Morena y sus candidatos. Sin duda, en la elección se dirime no sólo qué partidos o candidatos prevalecerán, sino si el país transitará por la vía democrática o dará curso a un proyecto autoritario que se asemeja a la tiranía que elimina la pluralidad de la representación política y erige un poder sin contrapesos. El 19 de mayo nuevamente habrá una manifestación ciudadana en al Zócalo de la Ciudad de México y en otras partes del país. A diferencia de las anteriores hay una definición sobre el sentido del voto, a favor de Xóchitl Gálvez y de Santiago Taboada para la CDMX, una determinación obligada que le da claridad sobre la tarea adelante. Manifestarse es una determinación cívica y se ha vuelto relevante cuando la sociedad y los mismos participantes advierten la necesidad de defender a la democracia. Sin embargo, las marchas no ganan elecciones, la clave es la cita en las urnas, donde los votos y los sufragios tienen la última palabra. En este proceso llama la atención desde las primeras expresiones de la marea rosa la ausencia de MC, que deja claro qué causa apoya y cuál ha sido desde hace tiempo su objetivo. Ahora adquiere sentido su ausencia en la elección del Estado de México. La elección en curso plantea dos irregularidades mayores, dos amenazas que comprometen al voto efectivo: la elección de Estado provocada por López Obrador y la presencia del crimen organizado. Más que suelo disparejo es el despliegue de todos los recursos del gobierno para inhibir la participación y para presionar a los electores bajo la amenaza falsa y engañosa de que un voto por la oposición significaría la pérdida de los beneficios por los programas sociales. El presidente amenaza, presiona e intimida las voces independientes y opositores. Ocurre en el momento en que el órgano electoral muestra fragilidad y fracturas, y cuando debilita al órgano jurisdiccional no designando a funcionarios judiciales. La amenaza del crimen provoca condiciones que impiden el desarrollo normal de los comicios. Serán las elecciones más violentas porque es el estado que guarda buena parte del territorio a raíz de que el presidente optó por la política de los abrazos y no balazos como respuesta a la violencia, con un saldo claramente adverso. Además, las fuerzas armadas tienen que ceder ante al amago del crimen, que las ha llevado a un sentimiento de deshonra. A ciencia cierta no se sabe el propósito del presidente con su desafortunada política pública en materia de seguridad; pero un hecho es la sospecha de connivencia con los grupos criminales. Como en todas las decisiones fundamentales del país, los ciudadanos son los protagonistas. Su presencia en las calles y plazas es importante; mucho más, que concurran a las urnas.