Torreón y la paz
Uno de los mayores costos que puede haber en la política resultan del sentimiento de traición de quien detenta el poder, y ocurre por intriga, por error del poderoso o por mal cálculo de un actor político que genera expectativas que incumplirá. Subestimar el poder de quien manda suele tener consecuencias adversas para todos, más para aquellos en condiciones de debilidad.
Le sucedió a Ricardo Anaya. Se dice que Peña Nieto contaba con el apoyo del PAN para designaciones en la Corte, en la recién creada Fiscalía General de la República y otras decisiones críticas del último tercio del gobierno. La elección en el Estado de México y la divulgación de información sobre una supuesta investigación contra la familia de la candidata Josefina Vázquez Mota provocó en la dirigencia del PAN un sentimiento de traición por Peña Nieto. En realidad, al parecer, Alejandra Sota, recomendada de Luis Videgaray a cargo de la estrategia de comunicación del Edomex, fue la que oficiosamente filtró la información. La ruptura fue inevitable. Anaya y Peña Nieto se asumieron mutuamente traicionados. Las consecuencias fueron lamentables para todos. Alejandra Sota fue promovida nuevamente por Videgaray como responsable de comunicación de la campaña presidencial del PRI con José Antonio Meade.
El sentimiento de traición volvió recientemente con Rubén Moreira y López Obrador en ocasión de la iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica. El coordinador de los diputados priístas y presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados actuó con la idea de que los diputados tricolores votaran a favor de la iniciativa. Sin conocer los términos y los interlocutores del acuerdo, Moreira contaría con el aval de Alejandro Moreno, diputado federal y presidente de la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales.
La expectativa de ambos era que el PRI ganara la elección de gobernador de Hidalgo, postulando a Carolina Viggano, Secretaria General del CEN del PRI y esposa de Moreira a partir de ese entendido con el Presidente. Pero, tal pretensión no era del conocimiento de López Obrador, quien difícilmente aceptaría algo como eso. Para él lo electoral es innegociable; para la dupla M&M sí, y por ello determinaron que la votación de la reforma eléctrica tuviera lugar después de las elecciones. Votos legislativos a cambio de cargos públicos, aun cuando no había condiciones entre sus pares de votar a favor de la propuesta presidencial.
El rechazo del Presidente de posponer la votación de la reforma eléctrica para después de las elecciones acabó con la expectativa concertacesionista de la dupla y el regreso del PRI al bloque opositor. Hoy el candidato de Morena en Hidalgo, Julio Menchaca, se muestra con una clara ventaja frente a la candidata del PRI, a pesar del esfuerzo de ésta y la intervención de M&M para que el PVEM no se integrara a la coalición opositora y de que el PAN participara activamente en la campaña.
Ahora, Moreno sufre la peor embestida mediática y judicial que dirigente alguno haya recibido. Día que pasa su posición se vuelve más complicada en todos los frentes, incluso en la investigación que realiza el INE, el asunto más manejable. Su sucesora, Layda Sansores, se muestra con carta abierta para proceder judicialmente en contra del exgobernador, quien dejó agravios hasta en sus propios colaboradores, y dice contar con horas de conversaciones telefónicas del dirigente priísta. Por su parte, la UIF señala evidencia de enriquecimiento desmedido, y el SAT, presunción de defraudación fiscal, lo que hace recordar en la persecución peñista contra Ricardo Anaya en la campaña presidencial.
El error inicial de Alejandro Moreno como aspirante a la dirección del PRI fue construir su proyecto junto a Rubén Moreira y someterse a su visión y cálculos políticos, esto es, la distancia con el PAN y la cercanía con López Obrador. Los errores de la dupla fueron subestimar al Presidente y ofrecer lo ajeno, ocasionando un sentimiento de traición.