Indicador político
El modelo de administración anarco-capitalista de la nación argentina ya ha cobrado sus primeras víctimas y, para sorpresa de todos, ha sido la estabilidad de la institución católica, en particular en la libertad de acción y en la confianza de los nombramientos episcopales en ese país sudamericano. Pero vamos por pasos:
El ascenso al poder de Javier Milei a la primera magistratura de Argentina ha venido acompañado de su postura ideológica denominada anarco-capitalismo, la cual básicamente erige al mercado en una ley natural ineludible, omnisapiente, omnipresente y omnipotente; además, el economista ha expresado su repudio total a las instituciones de socialización y regulación de abusos acumulativos como el poder y el dinero, que son el Estado y la justicia social. Es decir, no sólo coloca en la peana divina al capitalismo de libre empresa sino que sataniza cualquier instancia colectiva que apele al ‘bien común’ y no se ajuste a las leyes del mercado y el éxito pecuniario.
En un reciente discurso ante los líderes que dictan las medidas financieras globales en el Foro Económico Mundial, Milei aseguró que el enemigo de la humanidad es directamente el “colectivismo” en cualquiera de sus manifestaciones; afirmó que cualquier acción de interés colectivo es causa de pobreza e injusticia y dijo textualmente que “el capitalismo de libre empresa es el único modelo moralmente deseable para erradicar la pobreza, violencia y la indigencia”.
No sólo eso, afirmó que la liberación total del mercado es “la única vía justa y moralmente superior” para remediar los males sociales que las entidades colectivas buscan atender mediante coacción y violencia estructural. A favor del presidente argentino hay que reconocer que es cierto que no pocos gobiernos han echado mano de la violencia legal y administrativa, tanto como de la represión armada y policial, para empobrecer y sojuzgar al pueblo; y, al mismo tiempo, mediante la corrupción, hinchan los bolsillos particulares de la alta burocracia o la burocracia dorada protegidos por fueros e ignominiosos arreglos entre los poderosos.
Sin embargo, el modelo de gobierno crematístico que propone Milei no está precisamente favoreciendo la libertad (al menos no a la religiosa) y ya le ha cobrado el puesto a dos obispos en menos de un mes en Mar de la Plata. En el fondo, las dimisiones de estos dos pastores reflejan precisamente lo que sucede cuando los intereses económicos (el dios-mercado) toma el lugar como “la única vía justa y moralmente superior” para definir las dinámicas sociales, incluida la religiosa.
A finales de noviembre pasado, el papa Francisco nombró a José María Baliña como obispo de la Diócesis Mar de Plata en sustitución de Gabriel Antonio Maestre, quien fue promovido al arzobispado de La Plata. A los 20 días, Baliña (quien Bergoglio conoce muy bien pues fue su obispo durante 15 años) se vio forzado a dimitir. Entonces, el papa Francisco nombró en diciembre al misionero Gustavo Larrazábal, quien ya tenía dos años de experiencia episcopal, para gobernar la diócesis de Mar de Plata y este, nuevamente en menos de un mes se vio forzado a renunciar. De manera sumamente inusual, dos obispos nombrados fueron obligados a dimitir a menos de un mes de recibir la comunicación pontificia y antes siquiera de tomar posesión canónica de su diócesis.
Los medios de comunicación –la mayoría en manos de empresas privadas y no de ‘socialistas’ como acusó Milei en Davos– esparcieron crueles rumores tanto contra Baliña como contra Larrazábal; rumores que la propia Nunciatura apostólica en Argentina y la Santa Sede rechazaron pero que el empresariado local en Mar de Plata ha divulgado intensamente.
El diario ‘La Capital de Mar de Plata’, por ejemplo, publicó varios reportajes sin firma que, sin fuentes verificables y sólo armados con testimonios ‘off the record’, acusaron a los obispos de acoso y abuso de poder; y, desde allí, se armaron las campañas en contra de la Iglesia católica local hasta lograr la dimisión de los dos pastores electos por Francisco. El dueño del diario es el reconocido empresario Florencio Aldrey Iglesias a quien se le conoce como “el dueño de Mar de Plata” y quien ha desarrollado grandes negocios hoteleros, mediáticos y portuarios desde los años 80 en la región.
Quizá sea una mera coincidencia pero pareciera que este experimento de gobierno bajo principios anarco-capitalistas facultan al poder económico no sólo ‘más’ sino ‘en exclusiva’ a definir incluso los liderazgos morales y religiosos del pueblo por encima de las decisiones del Episcopado nacional y de la Santa Sede, defenestrando a quien piense diferente o, por lo menos, a quienes amenacen sus intereses abogando por los valores de la justicia social contenidos en la Doctrina Cristiana.
Es, insisto, sumamente interesante lo que ocurre ahora en Argentina con una administración que desea meterle acelerador al hipercapitalismo (la extensión de las leyes y la moral del mercado al resto de espacios públicos, privados, íntimos y personales) sustituyendo la idea de ‘persona en relación’ (comunidad-colectividad) por la del ‘individuo en supervivencia’.
Hasta ahora Milei ha mostrado signos de reconciliación con su compatriota Francisco a quien llamó “representante del maligno en la Tierra” y busca la visita del pontífice a Argentina; pero, al mismo tiempo, mantiene distancia con el pleno episcopal local (no se reunió con ellos en la plenaria a pesar de la formal invitación hecha por los obispos y el nuncio).
Como respuesta, ciertos obispos han buscado acercarse de manera individual al equipo de Milei, especialmente a su vicepresidenta (de formación lefebvrista, es decir, católicos cismáticos que repudian el magisterio de los pontífices desde Juan XXIII hasta la fecha); estos obispos intentarán mediar pero quizá tengan que aceptar en privado que las leyes del mercado son “moralmente superiores” a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Veremos.