Indicador político
Felipe de J. Monroy*
La semana pasada esta columna recibió varios mensajes cuestionando mi inquietud sobre la pragmática indiferencia de las alianzas partidistas a los márgenes ideológicos que pretenden representar en el próximo proceso electoral. No hay que hacerse muchas bolas: los líderes de los partidos y los potenciales abanderados de la continuidad o de la oposición sí tienen identidad ideológica, el asunto radica en cómo se oculta o se exalta para afectar a la fragmentadísima audiencia y potencial elector.
La lógica indica que los personajes políticos buscan granjearse la confianza de los grupos politizados (aún es temprano como para pensar en las grandes audiencias) a través de una indefinición ideológica pragmática: al hablar parecieran abrazar una especie conservadurismo neoliberal de populismo lacista reaccionario y progresismo socialdemócrata cristiano crypto-priista como para no fallar. Así, aspirantes a candidatos ubicados largamente en la lógica de la “derecha política” (principios de orden y jerarquía) no se ruborizan en autodefinirse como de “izquierda política” (lucha por la igualdad e igualitarismo) y viceversa. Otros aspirantes –principalmente los perfiles emergentes y excéntricos–, por el contrario se radicalizan y apetrechan bajo hipersimplificaciones ideológicas: mesianismos, integrismos y fanatismos obsesivos, mitómanos y monotemáticos.
La inquietud es si esta actitud es sólo oportunismo político o si es una peligrosa expresión de mero desconocimiento o falta de identidad. En el primer caso sería cauto conocimiento consciente y manipulador; pero, en el segundo, pura salvaje ignorancia inconsciente. Y por supuesto, lo segundo representa un riesgo concreto: la ignorancia es manipulable y las diferentes fuerzas económicas y políticas fácticas no dudan en influir en aquellos personajes en quienes se deposita la representación popular. El cabildeo político en México patrocinado por oscuros intereses siempre le apuestan a lo segundo.
Hay otra preocupación, que los márgenes ideológicos se disuelvan al calor del pragmatismo; y que grupos políticos (sectores politizados) utilicen premisas ideológicas como moneda de intercambio: las definiciones de la dignidad humana; las razones de la indignación y la justicia social; los márgenes de la identidad, los derechos y la equidad; y, por supuesto, las fronteras de los privilegios y los despojos.
Cuando Zangwill utilizó la metáfora del crisol para explicar ese espacio temporal y actitudinal donde se mezclan las divergencias culturales que tensionan la vida social no imaginó que su figura se utilizaría para entender las dinámicas de integración de los migrantes en ciudades ajenas o de las ideologías en los espacios compartidos; aunque otros sociólogos, sin embargo, aseguran que las ciudades y las sociedades no son esas ‘ollas de cocción’ donde se amalgaman esas divergencias sino que son una especie de pizza donde los ingredientes se amontonan sin confundirse.
Este viejo debate nos lleva a preguntarnos si frente al proceso electoral rumbo al 2024 estamos en una batalla por el crisol ideológico (ese sitio donde se funden y mezclan las tensiones ideológicas) o si el problema del mexicano promedio es pedir una pizza presidencial con los más extravagantes, inconexos y antitéticos ingredientes.
Por lo visto en los últimos meses, México en realidad no se debate en un verdadero choque ideológico ni por paradigmas en los sistemas políticos o económicos. A pesar de la larga instrucción presidencial a través de la comunicación en las ‘Mañaneras’ (cuya función siempre ha sido la politización de la vida cotidiana), la ciudadanía no parece preocupada por si se pretende una democracia más jerárquica-institucional o más horizontal-participativa; o si sería mejor un país de principios de identidad cultural nacionalistas innegociables o un país sujeto a los vaivenes ideológicos y económicos de la globalización.
Esto obliga a contemplar la próxima elección con una mirada sumamente diferente de la utilizada en el 2018: Si aquel ejercicio electoral sí representó un discernimiento entorno al modelo de nación que se anhelaba; el actual conflicto se reduce a los tonos del maquillaje superficial de los representantes de la “continuidad” o de la “oposición”, términos tan vacíos como Cuarta Transformación o Frente Opositor.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe