Indicador político
Unhappy Birthday, Herr Professor!
El viejo profesor llegó a los 100 años con el fardo de la “estrategia del dominó” que masacró a centenares de jóvenes en el sudeste asiático a cuestas, además de una variopinta colección de golpes de Estado y subversiones que empaparon de sangre y desgracia a pueblos enteros en los cuatro continentes.
En opinión del diario inglés The Guardian, la “sórdida” diplomacia de Herr Professor en África alimentó la guerra en Angola y prolongó el brutal régimen del apartheid incrustado en Pretoria por supremacistas blancos que hablaban afrikáans y no alemán, pero que eran igual de miserables que sus contrapartes en Berlín.
Un teólogo cercano a mis afectos sostiene que la longevidad de Herr Professor se debe a que en el cielo no lo quieren y en el infierno menos, de tal suerte que está pasmado aquí entre nosotros en su muy personal purgatorio. Por lo pronto despacha en el piso 33 de un edificio art-deco en el corazón de Manhattan … Cercano a los desposeídos nunca ha sido, salvo para eliminarlos.
Hace unos días fue entrevistado por The Economist y aunque algo tieso y necesitado de un bastón, demostró que tiene la lucidez mental de los 30 años y no ha perdido la cachaza de profeta bíblico.
Sin una mella en su legendaria arrogancia explicó al mundo, a través de las páginas de la prestigiada revista, “cómo evitar la tercera guerra mundial”.
¡El burro hablando de orejas! Sólo le faltó decir: “¡Qué se escuche bien en Washington, en Moscú, en Kiev y en Pekín!” (En México no, porque acá andamos muy ocupados destituyendo regímenes bananeros en el cono sur.)
Salvo por la edad, no soy su inferior. También poseo un Ph.D., doy clases en prestigiadas universidades y he publicado más de diez libros, así que no se me puede acusar de resentimiento social si tomo a chunga su cumple.
Cierto que yo no ostento el premio Nobel de la Paz, pero al repasar la lista de recipiendarios, en donde además de Herr Professor figuran “pacifistas” como Teddy Roosevelt, Wilson, Hull, Marshall, Al-Sadat, Beguin, De Klerk, Arafat, Rabin, Peres y Obama, me zafo de la presea, tan devaluada como nuestra Medalla Belisario Domínguez.
La Jornada del sábado 27 saludó el cumple de Herr Professor con la cabeza: “Kissinger, el gran promotor de guerras y golpes de Estado”. Además recuperó una de sus célebres citas, ésta de 1970 cuando en la Casa Blanca encabezaba un llamado “Comité 40”, sólida muralla que tenía a la civilización occidental y cristiana a salvo de la marea roja:
“No veo por qué tenemos que quedarnos cruzados de brazos y ver cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su pueblo.”
Tres años después Herr Professor acreditó que sus brazos no conocieron el ocio y dio la vuelta de tuerca al golpe de Estado que culminó con el asesinato del presidente Salvador Allende y el comienzo del régimen genocida de Pinochet.
“El cobijo y promoción que dio a la guerra sucia a lo largo y ancho de América Latina dejó miles de muertos”, recordó la BBC en el aniversario.
Mas para Kissinger enviar al matadero a los rojos es timbre de orgullo. De sus heroicas hazañas conversaba animadamente con su jefe Nixon, el botarate al que manipulaba con el meñique izquierdo.
A continuación una transcripción parcial de una llamada telefónica registrada en las “grabaciones de la Casa Blanca” que el “Archivo Nacional de Seguridad” de la Universidad George Washington conserva:
(Saludos respetuosos. Nixon pregunta si hay novedades.)
“Kissinger (K). No. Nada de importancia. El asunto chileno se está consolidando. Claro que los periódicos están desgañitándose porque un gobierno pro-comunista fue derrocado.
“Nixon (N). Vaya, vaya. Qué cosas.
“K. Digo, en vez de celebrar. En la administración de Eisenhower seríamos héroes.
“N. Bueno, no lo hicimos –como sabes- no aparecimos en esto.
“K. No lo hicimos. Quiero decir los ayudamos ______ generamos condiciones tan amplias como fue posible.
“N. Así es. Y así es como se va a jugar. Pero escúchame, en lo que toca a la gente, déjame decir que no se van a tragar ninguna mierda de los liberales en esta.
“K. De ninguna manera.
“N. Saben que es un gobierno pro-comunista y eso es lo que es.
“K. Exactamente. Y pro-Castro.
“N. Bueno, lo principal fue… Olvidémonos de lo pro-comunista. Fue un gobierno totalmente antiestadounidense.
“K. Ferozmente.
“N. Y los fondos de que dispusiste. Vi el memorándum que giraste acerca de la plática confidencial _________ para una política de reembolsos para expropiaciones y cooperación con Estados Unidos y por romper relaciones con Castro. Bien; diablos, ese es un gran aliciente si lo piensan. No, de ninguna manera te fijes en las columnas [periodísticas] y en los desgarres sobre eso.
“K. Oh. No me molesta. Sólo se lo informo a usted.
“N. Sí. Me lo informas porque es típico de la mierda a la que nos enfrentamos.
“K. Y la increíblemente sucia hipocresía…
“N. Eso lo sabemos.
“K. De esa gente. Cuando se trata de Sudáfrica, si no los derrocamos arman un escándalo.
“N. Sí. Tienes razón.”
Éste es el tipejo que fue galardonado con el Nobel de la Paz y que a sus cien años sigue paseando su descrédito por las rúas del Imperio.
Para documentar esto, La Jornada recuerda además del episodio chileno, “el bombardeo secreto de Camboya, su desdén por los derechos humanos y el apoyo a las guerras sucias, hasta genocidas, en el extranjero, como también su implicación en los abusos criminales de la administración Nixon, entre éstos las intervenciones secretas de las comunicaciones entre su propio personal”.
Preciso que el que yo juzgue rufián a Herr Professor no me impide reconocer que pocos como él saben tanto de geopolítica y tienen parecido dominio de las relaciones internacionales, ni siquiera en el cuerpo diplomático hoy abandonado por Marcelo.
Numerosos colegas míos citan con admiración sus libros y comparten con sus estudiantes sus profundos análisis. Bien. Tampoco creo que Hitler, Stalin Ceaucescu o Idi Amin haya sido unos lerdos, o que Putin y Trump sean bobos. Fueron y son unos miserables. Es todo.
Curtis LeMay, el general gringo que bombardeó Tokio hasta que no quedó piedra sobre piedra -como Hitler hizo en Varsovia-, se refirió a los resultados de sus asaltos -que inspiraron los bombardeos de saturación en Vietnam y Laos 30 años más tarde- en términos que Tácito hubiese encontrado repugnantes: “Los tostamos y horneamos hasta la muerte”.
Este mismo sujeto, en un momento de debilidad, admitió ante Robert MacNamara, el secretario de la Defensa de aquellos años: “Pudimos haber sido nosotros los acusados en Nuremberg”.
Esta cita viene a cuento porque resulta que hay países a los que el centenario Herr Professor no puede viajar ya que de inmediato sería acusado de crímenes de guerra y colocado tras barrotes.
Quizá algo tenga que ver, entre otros episodios, los resultados de su diplomacia africana abordados en la extensa pieza de The Guardian. Una cita:
“Los hombres que cenaron en el Hotel Bodenmais en Alemania Occidental el 23 de junio de 1976 eran todos blancos, aunque el tema a discutir era el gobierno de la mayoría negra en Rhodesia. En la mesa estaba John Vorster, primer ministro del apartheid en Sudáfrica. Con él estaban embajadores, diplomáticos y funcionarios de seguridad. Pero el lugar de honor fue reservado para el secretario de Estado […] Henry Kissinger, quien inauguró la reunión con una broma racista.
“Fue una cena que tuvo lugar a la mitad de un frenético período de dos años cuando el diplomático de más alto perfil del mundo, que había ignorado con desdén a África durante gran parte de su tiempo en el cargo en las administraciones de Nixon y Ford, fue poseído de un repentino interés por el continente.
“Luego, armado de una peligrosa lógica de guerra fría, se aplicó a las sucesivas crisis de Etiopía, Angola y Rhodesia en busca de una solución rápida para pulir una reputación que empezaba a eclipsarse.”
Concluye The Guardian:
“Cuando Kissinger cumple 100 años, sus intervenciones en África han vuelto a ser el centro de atención, no solo por los múltiples fracasos que surgieron de un enfoque empañado por el engaño, la clandestinidad y la intimidación, sino por las consecuencias duraderas y peligrosas de su intervención en el sur de África en particular.”
En su cobertura del cumple, la BBC recordó la visita de Henry a Santiago y Buenos Aires en junio de 1976.
“Queremos ayudarle, no debilitarlo. Usted hizo un gran servicio a Occidente al derrocar a Allende”, le dijo a un extasiado Pinochet cuando en todo el mundo crecía la preocupación por las graves violaciones de los derechos humanos por parte del régimen chileno.”
Después tocó el turno al canciller argentino César Guzzetti, quien le recibió húmedo por la emoción y apenadísimo porque su limitado inglés no le permitía conversar directamente con Henry.
Eso no importó. Con su legendario urbanismo y exquisito buen trato, Herr Professor no sólo se mostró comprensivo de que un nativo amistoso no dominara la lengua del Imperio (que originalmente tampoco fue la suya), sino que en un gesto de amistad como los que Calígula tenía para con su caballo, le prometió que asistiría al mundial de futbol de 1978 en Argentina, “pasara lo que pasara” y vaticinó el triunfo de los sudamericanos en la contienda. Yo pienso que exageran quienes aseguran que Guzzetti apenas pudo disimular el orgasmo que lo cimbró, pero la duda queda.
Henry además prometió “el apoyo irrestricto de Washington al recién inaugurado gobierno de facto que emprendió una guerra sucia en la que morirían o desaparecerían más de 30 mil personas.”
Recuerdo que la valentía y el pundonor de los milicos golpistas quedó confirmada poco después cuando mandaron a cientos de jóvenes argentinos a morir a las Malvinas, absurda guerra sumada la soberbia de la pérfida Albión en donde el punto culminante fue la rendición del torturador de viudas, monjas y estudiantes Alfredo Astiz, sin disparar un tiro, cuando se le apareció enfrente el primer marine británico. También creo que exageran los que aseguran que del miedo no pudo contener los intestinos ni el llanto, pero lo que sí consta es que después el infeliz anduvo lloriqueando en los tribunales por que sus “derechos humanos” habían sido violentados.
De regreso a la BBC: dice que “Otros documentos desclasificados de EE.UU. muestran que Kissinger, furioso por la decisión del entonces presidente cubano Fidel Castro de enviar tropas a Angola, esbozó en 1976 planes para ‘aplastar a Cuba’ con ataques aéreos, los cuales nunca llegaron a concretarse.”
Así que desde México -en donde igual que Trump tuvo varias estancias románticas-, le deseo un unhappy birthday, Herr Professor!
Dejo a mis lectores una bella instantánea de Augusto y Henry. ¡Vean el amor que rezuman!