Indicador político
Inédito el proceso de relevo entre los presidentes López Obrador y Claudia Sheinbaum. El sometimiento de ésta a la postura abusiva e irresponsable del primero pone a prueba el sentido común y a la política. Un poder que no comparte quien ya se va. Es cierto, el tabasqueño ha sido con buenas y malas artes el factor para que el país respalde el proyecto político con votos y opinión pública. López Obrador es lo que más ha pesado y que su sucesora haya avalado la continuidad facilitó ganar ampliamente la presidencia y obtener una mayoría sobrada en la Cámara de Diputados y una posición importante en la de Senadores con el apoyo de legisladores del PVEM y PT, aunque insuficiente para cambiar la Constitución. La falta de mayoría calificada por la coalición gobernante en el Senado es crucial contener la embestida contra el régimen democrático y para el gobierno de Sheinbaum. No alcanzar la mayoría para acabar con la autonomía del Poder Judicial Federal constituiría la derrota mayor del obradorismo y abriría la puerta para que Sheinbaum, sin asumir costos, fuera la beneficiaria sin sufrir debilitamiento alguno. A estar horas prácticamente es un hecho que se ha logrado cooptar a la familia Yunes. El padre encargado de la negociación, Miguel Ángel Yunes Linares, un personaje experimentado al que mucho le dio el PAN, conduce la traición y da muestra de lo que están hechos; a cambio los hijos ganan impunidad y vigencia política, mientras que el país se va al precipicio. La diferencia mayor con Sheinbaum no transita por las diferencias en formación o posición política de cada uno. El insuperable desencuentro derivaría de que el poder no se comparte y, además, el deseo de quien se va pretende trascender históricamente con un cambio profundo de régimen, lo que compromete a quien viene por las perniciosas implicaciones que tal transformación tendría en su gobierno. López Obrador cuidó lo que ahora no le importa. Hizo sentir desde el principio que él mandaba, como mostró con la cancelación del hub aeroportuario del centro del país. Pero adelantó que no habría ningún cambio constitucional en los primeros años de su gobierno. Asimismo, acreditó una política de gasto a partir de un equilibrio neoliberal en las finanzas públicas. La continuidad del sometimiento del país a la presidencia de Donald Trump le permitió ganar el respaldo de las autoridades norteamericanas, incluso en temas tan críticos como la aprehensión del ex secretario de la defensa, Salvador Cienfuegos. Ahora, a Claudia le deja una situación que pone en entredicho su liderazgo, es decir, no contará con la claridad de hace seis años sobre quién ejerce el poder. Asimismo, la Constitución se cambia por voluntad del presidente que se retira y el mandato es seguir con reformas por él propuestas que le restan credibilidad y confianza a la nueva presidenta. Además, en el afán de avasallar en la elección, como sucedió, se definió una política de gasto que rompió con el equilibrio en las finanzas públicas incurriendo en un oneroso déficit fiscal y un incremento relevante en la deuda pública. No hay manera de que se puedan repetir tales condiciones en el gasto, ocasionando una reducción del presupuesto, aumento en la deuda y un déficit en las finanzas. Finalmente, la relación con el gobierno norteamericano apunta a una situación muy adversa para el país por la colusión de la política con el crimen organizado. Las delaciones de los narcos detenidos son el recurso para someter a las autoridades mexicanas. Lo anterior no es un asunto de números o de interés de inversionistas y especialistas. Los efectos de las condiciones en las que habrá de ejercer el poder Claudia Sheinbaum los primeros años de gobierno afectarán de manera el consenso del que gozó López Obrador y que le permitieron tener un control para en su momento imponer un modelo de país con apoyo popular, de la oligarquía, así como con la complacencia de la élite nacional y sin mayor resistencia de los socios comerciales. El cambio en el consenso perfila el acento en las medidas de control político, como la cooptación de los opositores, el sometimiento de las élites y los medios de comunicación y eventualmente la represión. La otra opción es transitar hacia reglas de coexistencia que impliquen la continuidad del régimen democrático, destino del país que habrá de resolverse en el Senado el miércoles.