
Teléfono rojo
¡TRIUNFA LA REALIDAD! ¿Y QUIÉN RENUNCIARA?
Sí, al final triunfó la realidad.
Y es que, a pesar del discurso maniqueo de Palacio, se impuso la realidad de que, en el “rancho del horror”, jóvenes mexicanos de todo el país no sólo eran secuestrados, sino golpeados, torturados y asesinados, si se negaban a ser parte de la organización criminal de las cuatro letras.
Dicho de otro modo, hoy se confirmó –de manera oficial–, que en el “rancho del terror”, uno de los más sanguinarios cárteles criminales mexicanos ponía en práctica los mismos métodos terroristas de reclutamiento a los que recurrían las peores organizaciones terroristas del mundo.
Una leva forzada mediante el terror; una suerte del muy mexicano refranero popular que reza: “plata o plomo”. Es decir, “¡si estás con la organización tienes vida y dinero, pero si te niegas a ser parte de la organización, tu destino es una bala!”.
Esa es la síntesis de lo que por décadas pasó en el rancho de Teuchitlán y en muchos otros centros de reclutamiento del crimen organizado a lo largo y ancho del territorio mexicano. Sí, prácticas terroristas toleradas y solapadas por los gobiernos de Morena, tanto a nivel federal, como estatal y municipal.
Sin embargo, la misma versión oficial que confirmó los horrores del rancho de Teuchitlán, se empeñó en negar que lo vivido por las víctimas de ese horror, haya sido “un exterminio”.
En efecto, ante la imposibilidad de ocultar lo inocultable –los horrores del rancho de Teuchitlán–, en Palacio debieron reconocer que se trataba de un lugar de secuestro, tortura y muerte… Pero nada más. Como si el secuestro, la tortura y la muerte fueran poca cosa.
Incluso, el propio titular de la seguridad pública federal, Omar García Harfuch se encargó de negar la existencia de restos humanos y se empeñó en aclarar que no existía el llamado centro de exterminio.
Así lo dijo: “Dependiendo de las aptitudes a los reclutas se les otorgaba un puesto dentro de la organización y eran asignados a distintas entidades para incrementar el estado de fuerza de la organización delictiva.
“De acuerdo con el testimonio del detenido, llegaron a privar de la vida a personas que se resistían al adiestramiento o bien intentaban escapar del lugar, así como golpearlos y someterlos a algún tipo de tortura”. (FIN DE LA CITA)
Peor aún, como si nada importara, Harfuch dijo que no se detectaron restos humanos en el “rancho del horror” y no había indicios de “exterminio”.
Y por eso obliga preguntar: ¿Qué entienden los integrantes del gobierno federal cuando se habla del verbo “exterminar”? Está claro que no entienden nada ni la “señora presidenta” ni su secretario de Seguridad Pública Federal.
Y es que el verbo “exterminar” significa “acabar del todo con algo”; por ejemplo, acabar con una, dos, diez, cien o miles de vidas. En todos los casos se trata de un exterminio de la vida humana.
Pero en Palacio tampoco entienden que si acudimos a los sinónimos del verbo “exterminar” –sinónimos como “extinguir”, “aniquilar”, “suprimir”, “liquidar”, “destruir”, “arrasar” y “asolar”–, en el “rancho del terror” no se vivió otra cosa que un “exterminio”.
Es decir, que un rancho como el de Teuchitlán, en donde se privó de la libertad y de la vida a cientos de ciudadanos, mediante los métodos violentos propios del crimen organizado, no es más que un lugar de exterminio. Y es que la privación de la libertad y la vida no es otra cosa que “exterminio”.
Y debemos repetirlo cuantas veces sea necesario; los ignorantes de Palacio no entienden que “extinguir”, “aniquilar”, “suprimir”, “liquidar”, “destruir”, “arrasar” y “asolar”, son sinónimos de “exterminio”. Y lo que hacían en el “rancho del terror” era eso, exterminar la libertad, el libre albedrio y, sobre todo, la vida. Y por esa razón, los gobiernos de Morena han llegado al extremo de la incompetencia oficial.
Y también por eso obliga preguntar cuántos servidores públicos deben renunciar, luego del ridículo que hicieron en el caso del rancho de Teuchitlán.
En efecto, por incompetente y por mentirosa debe renunciar la “señora presidenta”, Claudia Sheinbaum.
Por incompetente y por mentiroso debe renunciar el fiscal general, Alejandro Gertz Manero.
Por incompetente, por corrupta y por mentirosa debe renunciar la secretaria de Gobernación, la mediocre reportera Rosa Icela Rodríguez, quien además fue encargada de la seguridad pública en la gestión de AMLO, en donde solapó a todas las bandas criminales.
Por incompetentes y corruptos deben renunciar todos los senadores de Morena, quienes se negaron a crear una comisión internacional para investigar todo lo relacionado con “el rancho del horror y el exterminio”.
Y por corruptos, mentirosos y vendidos deben renunciar al trabajo periodístico los directivos de La Jornada y los paleros de Palacio quienes, a pesar de las pruebas del propio García Harfuch, en Cadena Nacional confirmaron que son vulgares vendidos.
Sí, el triunfo de la realidad obliga a la renuncia de todos los incompetentes y corruptos de Morena.
Al tiempo.