Teléfono rojo
¡MAÑANERAS: VULGAR CENSURA DE PALACIO!
Son muchos los intelectuales, periodistas y políticos mexicanos que, con
toda razón, cuestionan el efecto pernicioso de “las mañaneras”; mentiras
caprichosas que, a diario, dicta desde Palacio el presidente López Obrador.
Otros tantos intelectuales, periodistas y políticos se quejan, también con
razón, de que la “prensa vendida” y los medios, en general, difunden de forma
maniquea y sin filtros elementales, las mentiras del mandatario mexicano.
Algunos, incluso, han intentado tibias reacciones contra la alteración de
la realidad que promueve desde Palacio el hombre más poderoso de México.
Sin embargo, también parece que nadie se atreve–entre intelectuales,
periodistas y políticos mexicanos–, a llamar por su nombre a la grosera
censura oficial que dicta todas las mañanas el presidente López.
Y es que la censura no sólo se produce cuando desde lo más alto del
poder y/o desde un medio se oculta la realidad o se calla la verdad.
Lo cierto es que existe censura cuando se calla una opinión, cuando se
despide a un periodista, cuando se cierra un medio o cuando se compra una
empresa mediática para que no critique al poder en turno.
Pero igualmente se configura una potente censura cuando un jefe de
Estado, como Obrador, miente a diario, engaña, niega o esconde la realidad y
cuando de forma grosera maquilla desaciertos y fracasos de su gobierno.
Por eso debemos denunciar con toda claridad que, todas las mañanas, el
presidente mexicano somete a la sociedad entera a la más vulgar censura
oficial; censura que reproducen todos los medios al no advertir que los
mensajes de Palacio son mentirosos y que alteran la realidad y la verdad.
En efecto, los “otros datos” son una eficiente censura impuesta desde la
casa presidencial y lo peor es que muchos mexicanos se tragan esas mentiras
sin reparar en que se trata de un perverso acto de censura.
Y es que el verbo transitivo censurar significa, en su sentido más
amplio, callar todo aquello que, según los censores, resulte inconveniente,
dañino o negativo para un gobierno y/o para un medio de comunicación.
Lo peor del caso es que muy pocos intelectuales, periodistas o políticos
mexicanos saben que la censura cotidiana, que López impone desde Palacio,
es idéntica a la censura prevaleciente desde hace más de 500 años.
En efecto –el 8 de julio de 1502–, los Reyes Católicos, Isabel de
Castilla y Fernando de Aragón, promulgaron La Pragmática, un ordenamiento
legal que, con el tiempo, se convirtió en la primera Ley de Censura Previa.
El citado reglamento establecía que nadie tenía permiso de publicar o
difundir escrito alguno –sobre todo libros y panfletos–, sin la autorización
previa del Estado español y la Iglesia Católica; poderes que diseñaron una
estructura oficial para leer y clasificar todo aquello que se pretendía publicar.
Así, la Iglesia y el Estado censuraban todo lo que, según su particular
concepción e interés, debían conocer o ignorar los ciudadanos.
En pocas palabras, La Pragmática era la más vulgar censura oficial o, si
se quiere, el equivalente a “los otros datos” del México “lopista” de hoy.
Curiosamente, 520 años después de La Pragmática, en el México de
López, está de vuelta la censura previa, a los ojos de todos, pero en medio de
la ignorancia de muchos sobre sus efectos perniciosos.
Y es que, de manera cínica y tramposa, Obrador y sus corifeos sostienen
que México no vive una dictadura, porque todos los mexicanos dicen lo que
piensan.
Lo que no explican ni el presidente y menos sus lacayos, es que las
mañaneras se han convertido en la más eficiente censura previo, a través de la
grosera descalificación de la realidad, con el argumento de “los otros datos”.
Es decir, que desde lo más alto del poder se decide y se dicta la verdad
oficial, que no es otra cosa que la censura previa; verdad de Palacio que por el
capricho de un solo hombre pretende anular todas las opiniones en sentido
contrario, sin importar que la Constitución regula la libertad de expresión, que
sólo tiene como limites el daño a terceros, la alteración a la paz pública, la
difamación y la calumnia.
Por lo demás, la propia Constitución garantiza que nadie puede ser
molestado por autoridad alguna a causa de lo que piensa, escribe u opina,
además de que el Estado mexicano garantiza que en México no existe censura
previa.
Dicho de otro modo, las mañaneras no solo son una vulgar censura a la
que se somete a todos los ciudadanos, sino que desde esa tribuna se impone la
verdad oficial, que no es otra cosa que una más de las violaciones
presidenciales a la Carta Magna.
Lo preocupante del tema es que ninguna de las mujeres o los hombres
que acompañan a la candidata opositora, Xóchitl Gálvez, han sido capaces de
formular una crítica y ofrecer una alternativa a la grosera censura de las
mañaneras.
¿No se han dado cuenta de la gravedad de la censura oficial?
Al tiempo.