Indicador político
¿A quién le sirve un periodista muerto?
No, la anterior no es una interrogante ociosa y tampoco una ocurrencia momentánea.
En realidad se trata del punto de partida para tratar de explicar la importancia del periodismo crítico y de investigación en toda sociedad democrática, a propósito de atentado sufrido por el periodista Ciro Gómez Leyva la noche del jueves 15 de diciembre del 2022.
Y es que el periodismo, en general, pero en especial los géneros de noticia, reportaje y opinión no sólo son la expresión más clara de los anticuerpos sociales capaces de exhibir frente al ojo público todas las enfermedades sociales sino que, al mismo tiempo, son una amenaza para aquellos que se benefician de una sociedad enferma.
Nos referimos a enfermedades sociales como la corrupción, la ineficacia oficial, los abusos del poder, la transa, el “cochupo” y, sobre todo, la violencia y el crimen organizado.
¿A quién le estorba un periodista investigador o un periodista crítico en el México de López Obrador?
Precisamente a todos aquellos que ven en la investigación periodística y en la crítica un peligro para el buen funcionamiento de las maquinarias de la corrupción, la transa, la ineficacia oficial, el abuso de poder y, en especial, todos “los negocios” o “las empresas” que se mueven en torno al llamado crimen organizado.
Pero el problema es aún mayor cuando el gobierno mexicano de hoy, el de López Obrador, mantiene una clara alianza con grupos criminales a los que brinda impunidad total; grupos que asumen como “deporte de moda” la tendencia de matar periodistas.
Y es que la paradoja del fenómeno “mata periodistas” tiene su origen precisamente en el poder presidencial; viene del propio gobierno y del presidente mismo.
¿Por qué?
Porque todos los días, de forma machacona, ofensiva, calumniosa y difamatoria, el presidente López Obrador apunta su dedo flamígero sobre tal o cual periodista crítico; sobre tal o cual empresa mediática y sobre tal o cual trabajo de investigación que exhiben los intríngulis de su gobierno fallido; que dejan ver a los ladrones en el poder y que muestran ante el ojo público la impostura llamada Cuarta Transformación.
En efecto, el peso de la palabra presidencial, el estigma lanzado a diario contra los periodistas críticos y los medios que revelan el cochinero de la gestión lopista, está detrás de la epidemia “mata periodistas” que vive nuestro país; le guste o no a los fanáticos lopistas y a la pandilla criminal que se apoderó de Palacio,
Y no, nadie puede seguir simulando con la versión “chabacana” de que López Obrador nada tiene que ver con esa epidemia que ha costado la vida a 64 periodistas mexicanos en sus cuatro años de gestión –según el registro que lleva de manera puntual el autor del Itinerario Político–, ya que aquí y en cualquier parte del mundo la palabra presidencial, los linchamientos mediáticos desde lo más alto del poder; la difamación y la calumnia de boca del presidente siempre tienen consecuencias.
Pero tampoco se puede apelar a la supuesta “irresponsabilidad” de un líder político y social “bananero” que no entiende el peso de sus palabras y de sus acciones en la cúspide del poder.
No, está suficientemente claro –para todo aquel que quiera ver con ojos críticos–, que para López Obrador “el mejor periodista es el periodista callado”; una máxima que los corruptos y criminales socios del poder presidencial entienden con sus propios códigos mafiosos: “el mejor periodista es el periodista muerto”.
Y por esa razón, porque se saben impunes y porque han probado que a nadie en México le importa la vida de un periodista, en todo el país pululan los “mata periodistas”; aquellos que a cambio de pagar 30 monedas consiguen que un sicario acabe con la vida de un periodista.
¿Y por qué atentar contra uno de los periodistas mexicanos de mayor renombre, como Ciro Gómez Leyva?
Precisamente por eso, porque la epidemia “mata periodistas” no sólo busca cerrar para siempre la boca de los periodistas investigadores y los críticos, sino mandar un mensaje de muerte para el resto del gremio.
Ay de aquel que se atreva porque se vera frente a las balas de un sicario.
Desde el crimen de Manuel Buendía –que fue un crimen de Estado–, los “mata periodistas” no habían escalado a los niveles más altos del ejercicio periodístico.
Hoy se atrevieron de nueva cuenta ante la “emergencia” por el gobierno fallido de López Obrador y ante la eventualidad de que los opositores consigan reagruparse y echar del poder a los mafiosos que lo detentan.
Lo cierto es que frente a un presidente acorralado por sus fracasos dentro y fuera del país, la vida de los periodistas mexicanos seguirá dependiendo de un hilo, ya que a López Obrador no le importa ninguna vida.
Al tiempo.