Vivir en el ideal
Si algo puede decirse del evento convocado por el presidente López Obrador el pasado domingo es que constituye el inicio anticipado de la campaña 2024. Campaña con candidato implícito, o más bien candidata; su preferencia por Claudia Sheinbaum es evidente e impone modos, formas, actitudes y pulsiones que, desafortunadamente, estarán presentes a lo largo de la contienda por la presidencia de la República, empezando con el desdén a la legalidad. Si para demostrar fuerza de cara a la expresión ciudadana del pasado 13 de noviembre hubo exceso, parcialidad de autoridades, derroche, desviación de recursos, acarreo y demás, ¿qué no habrá de ocurrir al momento de la contienda por el poder?
El precedente es ominoso porque nos traslada a las repudiables prácticas de la peor época del país y del de ahora: compra desde el gobierno de voluntades, votantes y votos. Aun así, el presupuesto no alcanzará, pero tergiversa el resultado electoral y pervierte a la función pública. Lo ocurrido es el mejor argumento para la defensa del INE y del Tribunal Electoral; de cara a lo que viene se necesitarán autoridades electorales y jurisdiccionales decididas a hacer cumplir la ley frente al abuso.
Efectivamente, debe preocupar el precedente que complica la normalidad democrática y la calidad de la democracia. A pesar de sus virtudes, el INE es una institución imperfecta para contener el abuso y el desprecio a la ley de los actores políticos. La ilegalidad en el financiamiento es un tema bien documentado sobre las limitaciones de las autoridades electorales para frenarlo o sancionarlo; con mucho esfuerzo se trabaja en los márgenes del abuso financiero. No hay democracia posible con competidores tramposos y más cuando el cinismo se instala en el poder.
También debe inquietar el abandono del gobierno a cumplir con su responsabilidad. Bien lo dijo la señora Tatiana Clouthier, quienes están cerca del presidente están más preocupados de la sucesión que de su responsabilidad. No quiso decir, por malentendido respeto, que quien impone el desorden es el mismo López Obrador, y la marcha de este 27 es la mejor prueba de que lo que más importa es la campaña presidencial y, por lo mismo, hacer todo para vencer. Los problemas del país no existen en la retórica moralista del presidente, al menos que sea para insultar al adversario.
La contramarcha convocada por el presidente López Obrador no se origina por la sorprendente respuesta ciudadana para defender al INE, sino por sus implicaciones para la futura contienda. No solo fue desagravio narcisista, fue enviar mensaje intransigente de fuerza a los de casa para que no se dude de la certeza de triunfo en la contienda de 2024, tema central para contener la disidencia al momento de la disputa por las candidaturas presidencial y las de miles de cargos en disputa.
Morena transita a la realidad del PRI. El factor de cohesión no es el proyecto, el partido, la ideología, ni siquiera el líder -que es sexenal y tiene fecha de caducidad-; se trata de promover y hacer creer que hay certeza de triunfo electoral. De que no hay otra vida política que la que ofrece el partido oficial, y aquellos que no alcancen candidatura tendrán que someterse y esperar; la oposición no es camino, no por razones morales o de ética política, sino simplemente porque desde allí no se llega a ninguna parte que no sea una estruendosa derrota. Efectivamente, la infalibilidad electoral es el eje de la cohesión política.
La marcha ciudadana del 13 de noviembre dice más que cualquier pronóstico, encuesta o vaticino. El voto urbano no es favorable al régimen, es potencialmente opositor y las elecciones del 24 son un desafío para gobernantes y para aspirantes fuera del poder público. El presidente lo sabe y por ello utiliza el denuesto y la descalificación a las llamadas clases medias con la convicción de que el triunfo está en las clases populares y que la vía es la polarización. También promueve una exhibición obscena y abusiva de poder. Sin embargo, frente a la certeza de triunfo que el régimen pretende sembrar en los suyos, está la incertidumbre que, inevitablemente, deja la expresión ciudadana del 13 de noviembre.