El nuevo lenguaje de los gobernantes
Sánchez en Iberoamérica, sólo turismo, no geopolítica.
Carlos Ramírez
El anuncio formal de una gira del presidente español Pedro Sánchez a Iberoamérica como anuncio del redescubrimiento del continente no ha causado ningún efecto político en la región al sur del río Bravo, toda vez aue España y la Unión Europea desde hace años que ven a la región como un negocio de sus empresas corporativas privadas y no como un espacio geopolítico.
La intención del presidente Sánchez, hasta donde tienen informes algunos sectores internacionalistas iberoamericanos, solo busca un posicionamiento personal con miras a su ascenso a la presidencia de la UE. En la realidad geopolítica del mundo, Europa pareció haber abandonado sus espacios y enfoques de intereses regionales para someterse a los dictados de los intereses de Estados Unidos a través de una OTAN estadounidense y no atlantista.
El mapa político de América latina y el Caribe en nada coincide con alguna capacidad de iniciativa europea. El primer problema que enfrentará el presidente Sánchez estará en la política exterior estadounidense que quiere recuperar su dominio sobre el continente americano, pero en medio de un archipiélago de gobiernos populistas, ultranacionalistas y de confrontación con la Casa Blanca. El fracaso del Gobierno de Biden fue muy claro cuando varios países boicotearon la Novena Cumbre de las Américas y deslucieron el intento de la presencia mediática de Washington en un continente olvidado.
La representación del presidente Sánchez como dirigente de la Internacional Socialista tampoco ayudará mucho, porque esa organización ha perdido dinámica y presencia en la región iberoamericana. Mientras el socialismo europeo se orienta a una socialdemocracia deslavada de ideología, los países de América latina y el Caribe han optado por gobiernos populistas que oscilan entre el bonapartismo unipersonal y el caudillismo de liderazgo social. La iniciativa del presidente Hugo Chávez de un bloque bolivariano terminó por liquidar cualquier influencia de la Internacional Socialista en la región de América.
Las Cumbres Iberoamericanas perdieron su eficacia cuando ocurrió aquel incidente de 2007 cuando el activismo verborreico del presidente Chávez interrumpía la fluidez de las reuniones y el rey Juan Carlos I, molesto, le espetó: “¿por qué no te callas?”. Ni España ni Iberoamérica hicieron algún intento para reconstruir cuando menos el ambiente de diálogo entre los dos continentes y las visitas del Rey Felipe VI no pudieron recuperar el ambiente cordial del pasado.
Las geopolíticas de Iberoamérica y la Unión Europea están atravesadas por los intereses de dominación imperial de Estados Unidos y su agenda de confrontación con Rusia y China. En los hechos, ni Rusia ni China ni Irán han tenido de manera formal algún proyecto de penetración económica y geopolítica con los países de Iberoamérica y todo ha quedado en relaciones cordiales con relativo significado mediático.
En algunos países de Iberoamérica existe la preocupación por el interés de la Casa Blanca de incorporar a ejércitos latinoamericanos a la OTAN porque implicaría la introducción en Iberoamérica del artículo quinto de solidaridad bélica que domina a esa estructura militar europea. Sobre todo en América latina, gobiernos y ejércitos han marcado una línea divisoria entre lo político y lo militar y han impedido que los ejércitos iberoamericanos se conviertan en subsidiarios de los objetivos bélicos de intervención directa de Estados Unidos en otros países.
La visita próxima del presidente Sánchez a algunos países iberoamericanos ha carecido de algún tipo de negociación política a nivel de gobierno o de cierto tipo de campaña mediática para sensibilizar alguna posibilidad, por débil que sea, de quién pudiera regresarse a los tiempos de un entendimiento entre los dos continentes a través de una España que perdió el contenido político de sus relaciones con América para que dominarán más bien los intereses de las empresas españolas que han penetrado el mercado americano.
El distanciamiento de países iberoamericanos de los intereses geopolíticos de Estados Unidos en las guerras de Ucrania y el Medio Oriente han estado utilizando como efecto mediático acercamientos amistosos con los gobernantes de Rusia y China y con algunos programas de inversiones conjuntas, pero sin llegar a establecerse ningún pacto político por geopolítico de compromisos de colaboración militar, con excepción de algunos contratos armamentistas entre Rusia y Venezuela que en nada influyen en el rumbo político del Gobierno bolivariano.
En este contexto, el ambiente previo a la visita del presidente español con relativa representatividad de la Internacional Socialista y rumbo a la presidencia de la Unión Europea no ha procesado alguna iniciativa que pudiera cambiar el estado actual del equilibrio geopolítico en la región iberoamericana con respecto a Estados Unidos, a la OTAN, a la Unión Europea o a España, porque desde América no se percibe ninguna reflexión geopolítica sobre el papel que pudiera jugar la comunidad iberoamericana de naciones en la confrontación de grandes intereses geopolíticos en el planeta.
La prioridad de los países americanos tiene que ver con la crisis económica que está empujando una de las más graves migraciones humanas hacia Estados Unidos y con la penetración del narcotráfico en las sociedades locales a partir de la demanda de droga de los adictos estadounidenses que está determinando la configuración de una oferta y la consolidación de grupos narcotraficantes de poder criminal, económico y en muchos casos también político. Y en lo comercial, los países iberoamericanos están más esperanzados en lograr beneficios con acuerdos con Estados Unidos y no con Europa.
De ahí que no exista ninguna evidencia de que Iberoamérica tenga los ojos puestos en España y la Unión Europea. Y, en ese caso, la visita del presidente Sánchez podría ser solo turística.
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