
Libros de ayer y hoy
México en el ciclo Trump; espacios estrechos de CSP
En medio del estilo atrabancado de decir con agresividad qué quiere Estados Unidos de México, el presidente Donald Trump parece tener clara su estrategia hacia el vecino del sur: una subordinación a los temas de la coyuntura, pero manteniendo por así decirlo una sana distancia de sus afanes más concretos de convertir a Canadá en el estado 51 de la Unión Americana, de comprar Groenlandia y de absorber el Canal de Panamá como su frontera geopolítica sur.
Las intervenciones estridentes de la secretaria de Seguridad Interior, Kristi Noem, y de la fiscal general Pam Bondi no se salen del guion de Trump en la definición de su siempre caliente relación con su vecino del sur. Inclusive, la colocación de México en el lado de los enemigos de EU que hizo Bondi antier miércoles ante una pregunta concreta de un senador que le sugirió buena parte de la respuesta –una pregunta muy a modo como las que hacen los periodistas en la mañanera en México– dejó ver que Washington quiere que México acepte su dependencia del poderoso vecino del norte.
Los cuatro temas fundamentales de EU en su agenda México están claros: geopolítica para reconstruir la hegemonía estadounidense, migración para deportar a los millones de ilegales que se metieron al país sin cumplir con las exigencias de seguridad fronteriza, comercio exterior para obligar a las empresas estadounidenses que se fueron en busca de mano de obra barata para que regresen al territorio americano y narcotráfico para que Washington asuma el control de la línea estratégica de combate a los cárteles de la droga que viven tranquilos en México y que han comprado lealtades en Estados Unidos.
Los presidentes mexicanos anteriores a la 4T entendieron muy bien la forma de negociar con el imperio a través del modelo nacional que se conoce como “torear al adversario”. Después de Ronald Nixon y Ronald Reagan y sus afanes de reconstrucción hegemónica del imperio, México dejó de ser una verdadera prioridad para Estados Unidos de James Carter (1977) a Joseph Biden (2024), pero durante la primera presidencia de Trump (2016-2021) Palacio Nacional tuvo indicios claros de los afanes del empresario inmobiliario metido el jefe estratégico de la Casa Blanca.
La clave del modelo de torear al adversario le permitió a México cuando menos estabilizar los picos en las relaciones normales en una de las fronteras más complejas que ha habido en la historia del planeta con salidas tangenciales como el Plan Mérida o el Diálogo de Alto Nivel, dos modelos calificados por Trump como patrañas. Si en Palacio Nacional se ha analizado la personalidad De Trump como hombre de poder, entonces se tendrán indicios de los pliegues que existen en la relación bilateral y de las razones a veces hasta superficiales de Trump para reaccionar más ante mensajes que en realidad estarían poniendo en duda su poder machista.
La presidenta Sheinbaum Pardo encontró un elemento políticamente valioso en la relación bilateral: argumentar –aunque no siempre cumplirlo– el modelo psicológico de “cabeza fría”, que no sería otra cosa más que ganar tiempo en lo que se ponen de nueva cuenta las piezas del ajedrez en el tablero. Pero la relación se complica cuando por razones de pertenencia a un proyecto la presidenta mexicana tiene que responder al modelo lopezobradorista de relación con la Casa Blanca.
México posee aún margen de maniobra para moverse entre los pliegues del trumpismo: colocarse en el territorio estratégico de EU del que en realidad no puede salirse por la vecindad física y por tanto línea roja de Washington y ahí inclusive ejercer acciones últimas de soberanía e independencia, entregar a los cárteles del crimen organizado y a sus padrinos políticos a Washington para bajar la tensión por el contrabando de droga, respetar el derecho soberano de EU de exigir el cumplimiento de reglas y documentación migratoria para terminar y entender el repliegue globalizador.
Trump no tiene una pieza de recambio para México como la que tuvo Reagan y su embajador John Gavin con la Santa Alianza PAN-empresarios-iglesia católica conservadora en 1984-1987 y sus asesores ya entendieron que el modelo lopezobradorista es de un populismo light, pero con criterios que determinan que la definición de líneas estratégicas de Washington hacia México se basa en evitar una verdadera alianza estratégica de Palacio nacional con Rusia, China e Irán, aunque algunos ven con frialdad en la Casa Blanca que ninguno de esos países se la jugaría con México.
El misil contra bancos y financieras mexicanas por lavado de dinero del narco fue bajo control, porque lo que quiere EU es controlar el lavado de narcodólares, no reventar la narcopolítica mexicana.
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Política para dummies: La política es una arma de destruición masiva, a veces con megatones nucleares.