
Libros de ayer y hoy
Fin de proyecto AMLO-4T por ramalazo de los trumparanceles
En las horas previas a la aplicación de la decisión ya aprobada legalmente por el presidente Donald Trump de aplicar aranceles de castigo comerciales y de seguridad a México, Canadá y el mundo entero, en Palacio Nacional solo se manejaron opciones restringidas: cuánto podría durar el efecto recesivo y qué tiempo se necesita para aprovechar tratados comerciales existentes con 54 países.
Pero el problema es mucho más simple: los gobiernos presidenciales del PRI, del PAN y de Morena se dedicaron con modorra a aprovechar los beneficios del Tratado de Comercio Libre que firmó el presidente Salinas de Gortari a finales de 1993, pero pensando siempre en el instante, nunca se preocuparon por reordenar la política industrial y agropecuaria que se fue desnacionalizando por la falta de un Estado promotor del desarrollo nacional.
México tuvo ya dos oportunidades para aprovechar la globalización del comercio exterior para la modernización industrial y agropecuaria y las dejó pasar: la primera fue justo en el escenario de la firma del acuerdo a finales de 1993.
El operador del Tratado fue Jaime Serra Puche, con una sobresaliente habilidad para la negociación de convenios comerciales, pero sin la más remota idea de cómo transformar la planta productiva industrial y del campo con variables nacionales y ponerla a competir con otras estructuras extranjeras. La doctrina que dibujó la incapacidad de Serra fue la siguiente: si las empresas van a tener que quebrar porque no tienen capacidad de competencia, pues que quiebren de una vez.
Y el Tratado arrasó con la poca planta industrial intermedia y llevó el país a una desindustrialización en modo de República maquiladora. Los presidentes de México de Salinas a Sheinbaum nunca revisaron esta parte del Tratado comercial que exigía un proyecto de Estado para modernizar las plantas productivas.
La segunda se presentó en una coyuntura muy compleja: la alternancia del PRI a Morena, con un López Obrador sin tener los hilos de poder en las manos, pero también con un proyecto populista inflexible que respondía más a sus preocupaciones personales y no a la dinámica de las contradicciones del desarrollo nacional. Del lado americano, Trump apenas comenzaba a entender la dinámica del funcionamiento de los hilos del poder y aún no perfilaba su proyecto de nación. Las reformas al Tratado apenas corrigieron algunas partes del acuerdo.
La tercera está a la vista: el presidente Trump tiene muy claro el regreso al nacionalismo económico liquidando la globalización, pero también está utilizando la política comercial y sobre todo los aranceles como un instrumento de coerción política sobre México y Canadá y contra todo el mundo. En términos reales, Trump ya liquidó la economía globalizadora y está desarticulando las cadenas productivas internacionales, afectando de manera prioritaria a sus socios México y Canadá.
En Palacio Nacional están operando sobre márgenes exclusivamente nacionales. El pasado fin de semana, la presidenta Sheinbaum declaró que “la 4-T salvará a México ante la imposición de aranceles”, pero por el efecto de las tarifas de castigo aplicadas por Trump, lo cierto es que nada salvará a México y la posibilidad de encontrarle una salida a la crisis del comercio exterior que repercutirá en un brutal impacto recesivo sería la reconfiguración total de la política nacional de desarrollo y del Estado y del aprovechamiento de acuerdos comerciales con más de 50 países con quienes se firmaron pero nunca se hicieron operativos.
Hasta ahora parece que Palacio Nacional optará por resistir con nacionalismo machista el trancazo de los aranceles de Trump y no redefinir la necesidad de un nuevo modelo de desarrollo, convocar a un gran acuerdo nacional y sobre todo armar un nuevo gabinete a la altura del desafío de la reconstrucción nacional en modo de salvación nacional que se requiere para los próximos años.
El Tratado no se reducía solo a la revolución arancelaria de la globalización, sino que obligaba a México a construir un nuevo modelo de desarrollo que llevara la relación de Comercio Exterior a una industria nacional competitiva con la estadounidense, pero los gobiernos de Salinas a Sheinbaum se quedaron cómodamente solo en la exportación. La desindustrialización del modelo de Serra-Salinas-Zedillo convirtió a México en una República maquiladora.
Si no hay determinación en construir a mediano plazo una planta industrial moderna desde un Estado promotor del desarrollo, la recesión arancelaria no tardará en afectar la capacidad presupuestal del Gobierno federal para sostener la política social asistencialista. El escenario del PIB sexenal es desafiante: 0% o tasa negativa promedio sexenal.
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Política para dummies: La política es –debería ser– consenso.