Indicador político
1968-2018: reforma autopoiética del régimen priista, no transición
La victoria electoral del López Obrador y Morena en 2018 cerró el ciclo político del 68 mexicano después de medio siglo. Y a pesar de que el discurso político del candidato disidente del sistema político priista fue el cambio de régimen priista que completara la autodefinida transición electoral, la estructura del poder político se sigue moviendo pendularmente entre el progresismo populista-asistencialista y el neoliberalismo también populista, los dos aún priistas.
La movilización crítica de sectores populares pululantes alrededor del PRI, pero sin reflejar al PRI convirtió el movimiento estudiantil-popular del 68 sólo en una protesta contra la vertiente autoritaria de la clase política gobernante. El pliego petitorio de agosto no fue una proclama democratizadora, sino nada más un reclamo decepcionado contra el autoritarismo de la estructura priista que había comenzado en 1951.
El 55 aniversario del movimiento del 68 que se recuerda hoy 2 de octubre sigue sin aclarar el rumbo, objetivos y sobre todo reestructuraciones del sistema/régimen/Estado priista vigente. La generación del 68 fue absorbida por el Estado, inclusive en la fase neoliberal del presidente Carlos Salinas de Gortari y encontró refugio en las reformas del modelo procedimental de democracia tradicional del IFE, sin modificar lo que la corriente estudiantil marxista del 68 planteaba como la reorganización de la correlación de fuerzas sociales, productivas y políticas del régimen.
La crisis estudiantil del 68 provocó estaciones políticas muy definidas: la reforma política de 1978 permitió el registro legal del Partido Comunista Mexicano que tuvo un espacio de liderazgo en el 68 pero que optó por la vía institucional priista y apagó el deslumbramiento de su rostro socialista-comunista que había sido importante como punto de equilibrio ideológico frente a la descomposición del PRI posrevolucionario.
La crisis de 1988 provocada por la salida del PRI de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como figura simbólica del Partido de la Revolución Mexicana cardenista se quedó sólo en el relevo de figuras en algunas posiciones de poder, pero sin lograr ninguna reforma ideológica, estructural, productiva y de clases en el régimen funcionalista del PRI. Cárdenas llegó el gobierno del DF y López Obrador a la presidencia de la República, pero el sistema político del PRI sigue tan vigente como cuando lo fundó Plutarco Elías Calles con la creación del PNR y lo reformuló Cárdenas con el PRM de la corporación de clases productivas subordinadas al presidencialismo coyuntural.
La crisis electoral del PRI de 1997 se agotó en la pérdida de la mayoría absoluta del tricolor en la Cámara de Diputados y el gobierno del entonces Distrito Federal, pero no reorganizó la estructura de clases el régimen priista y encontró el camino fácil del populismo asistencialista como sucedáneo de la organización activa de las clases productivas no propietarias: campesinos, obreros e intelectuales se subordinaron a la estructura presidencialista del régimen en turno, ya fuera a la derecha con Díaz Ordaz, a la izquierda con Cárdenas-López Obrador en el DF o el neoliberalismo panista-priista de la alternancia presidencial.
La generación del 68 que convulsionó a las universidades fracasó en la propuesta ideológica de José Revueltas que pugnaba por una autogestión educativa –caracterizada de modo involuntario por el juez de consigna Eduardo Ferrer MacGregor como “autosugestión universitaria”–, tampoco pudo construir una alternativa ideológica de izquierda socialista y terminó en los suburbios del Estado priista en sus diferentes versiones, todas ellas, valga la redundancia, priistas.
El sistema/régimen/Estado priista de 1968 a 2023 no pudo construir una alternativa ideológica real y ahora se ahoga en que el asistencialismo presupuestal, sin modificar la estructura de clases ni haber vencido a la burguesía que sigue dominando el modelo económico con todo y los pronasoles y pensiones. Al final de las luchas del 68-2018, el sistema priista resultó autopoiético, es decir, con capacidad de autorreformas para perpetuarse, ante el fracaso de la disidencia priista o social que revolvió la estabilidad sin lograr ningún cambio de sistema, régimen o Estado.
El 2 de octubre del 68 quedó en el calendario de las maldiciones de Carlos Monsiváis: solo un día de guardar, y, como dice el poema de Rosario Castellanos,
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en el radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete.)