Indicador político
La oposición (y IV):
PRI y PAN secuestraron candidatura opositora
Como era previsible y hasta lógico, el PRI y el PAN secuestraron el proceso de definición del candidato opositor y le volvieron a fallar –en grado de traición— a la gelatinosa, anímica y sentimental sociedad autodenominada civil.
Los tres dirigentes del PRIANREDE –viejos lobos del mar de la política maniobrera y responsables de los tropiezos de sus partidos en 2022 y 2023—tienen la complicidad de viejas figuras que fracasaron en el pasado: el expresidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, llegó al organismo a tapar la incapacidad de Luis Carlos Ugalde como presidente del Instituto en la elección de 2006 en modo de fraude y además usó la estructura electoral para avalar acciones irregulares también fraudulentas del candidato priista Enrique Peña Nieto en 2012, y por si fuera poco, allanó el camino para que el Pacto por México de Carlos Salinas-Peña Nieto impusiera a Lorenzo Córdova Vianello como consejero presidente. Ese INE y ese IFE fueron construidos para obstaculizar el avance electoral de López Obrador. El despropósito de Valdés y exconsejeros del viejo IFE es hasta ridículo: crear un IFE “ciudadano” para elegir al candidato del PRIANREDE.
Como líder del organismo Unid@s, que agrupa, dicen ellos mismos, a decenas de membretes autodenominados de la sociedad civil, aparece nada menos que Guadalupe Acosta Naranjo, viejo conocido de la burocracia perredista, incluyendo su paso cuestionado como presidente del PRD, operador de maniobras electorales y ahora líder de líderes de la sociedad civil.
Y no se puede dejar pasar la presencia en las organizaciones de la sociedad civil que avalarán al candidato del PRIANREDE nada menos que de Dulce María Sauri Riancho, la presidenta del PRI en las elecciones presidenciales del 2000, cuando el presidente Ernesto Zedillo abandonó a su partido –un paso adelante de su famosa “sana distancia”–, maniobró para detener las manipulaciones priistas el día de la elección y permitió la victoria del panista Vicente Fox Quesada, dejando el mensaje de que el PRI ya no contaba y que prefería un entendimiento con el PAN. Sauri fue a Los Pinos al día siguiente de la derrota electoral a entregar su renuncia al PRI por su fracaso, pero el presidente Zedillo, aún como jefe político del PRI, se negó a aceptarla y le dijo que ella tenía que levantar “el tiradero”.
Si se saben interpretar los signos, la sociedad civil se hartó de ser el caldo de cultivo de partidos y élites empresariales conservadoras –PRIANREDE, Claudio X. González, Coparmex, el IFE de Lorenzo Córdova Vianello y políticos profesionales destripados— y perdió el foco de atención de una candidatura opositora, porque estos grupos civiles un día apoyan al salinista-zedillista José Ángel Gurría Treviño y ahora están deslumbrados con el perfil circense de Xóchitl Gálvez porque su única carta de presentación política para la posición estratégica de presidente de la República es su disfraz de botarga de dinosaurio.
Por si fuera poco, la oposición perdió la capacidad de presentar opciones o alternativas o cuando menos caminos un poco diferentes y con cinismo copió el modelo sucesorio del presidente López Obrador de corcholatas para seleccionar al “defensor de la 4T” y la oposición hará una competencia interna para elegir al “representante de la sociedad civil”, pero eludiendo decir que se trata de un precandidato presidencial.
El PRI y el PAN –y el PRD como Partido de los Chuchos en modo de botarga– se apropiaron ya del proceso sucesorio de la oposición, con el aval del Señor X., con la decepción previsible de la sociedad civil que salió dos veces a la calle para defender al INE y a la Corte ante los embates lopezobradoristas, pero que al final esa sociedad civil quedó ya como peón sacrificable de los intereses del PRIANREDE.
Al final de cuentas, la oposición civil no partidista fue subordinada al precandidato presidencial opositor que ya tienen designado el PRI y el PAN.