Poder y dinero
No es polarización sino agonismo o disputa por la hegemonía social
La gran disputa por la dirección política del país se está dando también en la conceptualización de la crisis: lo que se ha caracteriza como polarización no es sino la aplicación del método del agonismo o teoría del conflicto que revela una disputa por la hegemonía social entre el modelo del consenso centrista que beneficie el conservadurismo y una nueva correlación a favor del beneficio de las clases sociales populares sacrificadas por el acuerdo en las élites propietarias.
Este enfoque de interpretación de la realidad consensualista que sirvió de justificación de la política neoliberal salinista de 1983 a 2018 explicaría las razones del presidente López Obrador para construir un escenario de conflicto que pudiera cerrar las contradicciones y potenciar su propuesta de economía social con beneficios populares.
El modelo de agonismo, que define la disputa o el conflicto entre dos corrientes con intereses contrapuestos, tiene mayor contenido político que la argumentación conservadora de polarización o antagonismo social, en tanto que se trata de propuestas que no tienen que ver con el modo de producción, pero sí involucran de manera directa los mecanismos y objetivos de distribución de la riqueza.
La teoría del agonismo la exploró la politóloga Chantal Mouffe, junto con su compañero Ernesto Laclau, en las indagaciones sobre una teoría política del populismo mucho más allá de la argumentación conservadora de construcción de liderazgos personales.
El modelo del agonismo explica las razones del reacomodo de adversarios políticos y económicos: de un lado, el Estado y un grupo dirigente que ha construido una política de distribución social de la riqueza vía subsidios; del otro lado, la coalición neoconservadora de los tres partidos de oposición –PRI, PAN y el Partido de los Chuchos– bajo la dirección ideológica y política de la Coparmex y el empresario antiestatista Claudio X. González. La coalición neoconservadora presenta una alianza orgánica que involucra masas e ideología.
Una de las grandes batallas entre el grupo social-popular lopezobradorista y la coalición neoconservadora se está dando en la lucha por el Instituto Nacional Electoral, al haber servido este organismo en un instrumento de contención de formas democráticas ajenas al modelo de la democracia procedimental con argumentos ideológicos del consenso entre contrarios y mecanismo de control de extremos sociales.
Las propuestas en torno a la reforma electoral son muy claras: mantener el actual modelo de control autoritario y excluyente de la democracia procedimental basada en el consenso y la construcción de un centrismo aglutinador de extremos o potenciar la autoridad electoral para dinamizar la participación social y abrir las puertas institucionales a la democracia participativa de manera directa.
En este escenario, los conflictos alrededor del INE y la reforma electoral están expresando una disputa por la hegemonía política, es decir, la construcción de un bloque político de poder para beneficiar a la élite institucional a través de una división irrestricta entre las masas de votantes y la clase dirigente, en tanto que la propuesta del presidente López Obrador convierte a las masas sociales en beneficiarias de políticas populares presupuestales y las involucra como garantes del funcionamiento de la clase dirigente.
En términos teóricos, se trataría de una disputa entre la democracia representativa –dirigentes y masas separadas– y la democracia participativa –masas condicionando el funcionamiento de los dirigentes–, con las marchas públicas como elemento de involucramiento de las bases en las actividades de los dirigentes. El modelo del agonismo termina con el mito del modelo democrático del centrismo que siempre ha beneficiado a las élites por encima de las masas y lleva una nueva propuesta para el ejercicio del Gobierno y del poder a una especie de plebiscito popular buscando el involucramiento responsable de las masas en las decisiones.
Como instrumento de respuesta, la coalición conservadora quiere convertir el agonismo –el conflicto como guerra de posiciones– en antagonismo o una lucha sin reglas que la disputa por el poder tratando de caracterizarla como una lucha social de clases excluyentes.
Este es el escenario en el que se encuentra el país y que presenta una disputa por la hegemonía o la dirección política del Estado y la sociedad entre una propuesta con bases populares y una coalición de intereses elitistas que esconde en la democracia representativa una forma de asumir a las masas como masa.