No olvidemos las periferias
No son Córdova ni Murayama, sino el INE como régimen del PRI
La clave de la reforma que pretende circunscribir al Instituto Nacional Electoral como un organismo de exclusiva función de organización de elecciones se localiza en las evidencias de que el INE pasó de árbitro electoral a jugador político.
En las últimas semanas, los consejeros electorales Lorenzo Córdova Vianello y Ciro Murayama Rendón se han convertido en protagonistas de defensa de la actual estructura y funcionamiento del Instituto, confrontándose con el poder legislativo que es el único que tiene la facultad de regular y redefinir por mandato constitucional y en el sentido que decida la mayoría las tareas del organismo encargado de las elecciones.
El INE y su Consejo Electoral fueron diseñados por el presidente Salinas de Gortari 1990 para convertirlo en un organismo que garantizará la prevalencia del régimen priista, evitando cualquier modificación hacia los extremos populista o conservador.
Si los consejeros electorales son los encargados de las oficinas operativas de todas las funciones electorales, por sí mismo han asumido tareas ideológicas de definición del modelo de democracia mexicana, por encima de los partidos y de las instituciones legislativas, suplantando el papel de las oficinas públicas destinadas al desarrollo político, la función del Congreso federal como representante de la pluralidad política y partidista y rebasando con mucho la anemia política de los partidos para generar el verdadero debate sobre el modelo de democracia mexicana.
La reforma política-electoral del presidente López Obrador y de Morena tienen el objetivo final de quitarle al INE las facultades extraordinarias de convertirse en el comisario de la democracia exclusivamente representativa y convertirlo en un organismo que se dedique solo a su función original: la organización de las elecciones y el conteo de los votos.
La argumentación teórica e ideológica de la troika salinista Woldenberg-Córdoba-Murayama puede encontrarse en los libros de Salinas de Gortari: La década perdida. 1905-2006, neoliberalismo y neopopulismo en México (2008) y Democracia republicana. Ni estado ni mercado: una alternativa ciudadana (2010), que al final de cuentas no es sino un modelo de neoliberalismo populista como régimen ideológico de gobierno tipo liberalismo social y posterior al nacionalismo revolucionario del PRI que fue borrado de la ideología priista por De la Madrid y Salinas de Gortari.
No por menos y como prueba contundente, el sector neoconservador que salió a la defensa del INE salinista fue el encabezado por la Coparmex y el empresario ultraderechista Claudio X. González, irrumpiendo en la vida política nacional con una alianza estratégica e ideológica con el INE de Woldenberg, Córdova y Murayama y con sus escuderos legislativos de la alianza opositora PRI-PAN-Partido de Los Chuchos, los tres ya en la lógica de la ideología económica neoliberal.
Por incapacidad de los partidos, burocratización y paralización política del Gobierno y su gabinete y el agotamiento de los partidos como estímulos al debate ideológico de la sociedad, el INE asumió desde su origen el papel de comisario de la democracia priista, justamente la estrategia del presidente Salinas de Gortari en 1990 para crear un Consejo de notables en el Instituto para definir el modelo democrático representativo que evitara los posicionamientos ultraconservadores y populistas, sin que necesariamente fueran expresiones de la derecha o la izquierda.
En este contexto, el Consejo del INE cayó bajo la batuta de la UNAM y el Instituto de Investigaciones Jurídicas, dos de las escuelas ideológicas de salvaguarda del viejo régimen priista posrevolucionario y preneoliberal. Y si la democracia es expresión de los equilibrios ideológicos, de partidos y de fuerzas sociales, el INE asumió la función de comisariato ideológico o politburó para condenar los excesos de la ultraderecha y de la izquierda populista, administrando la vigilancia política e ideológica en los gobiernos de alternancia de Fox, Peña Nieto y de manera frustrante de López Obrador.
El INE se convirtió es un obstáculo de la transición real de México a una democracia social y de partidos y quiere seguir en una estructura de control burocrático de las organizaciones partidistas, frenando de manera autoritaria cualquier intento de reforma al régimen ideológico priista.
La reforma electoral lopezobradorista busca quitarle al INE la facultad extraordinaria de tribunal democrático para regresar a la democracia al equilibrio ideológico de partidos y sociedad.