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CULIACÁN, Sin., 24 de marzo de 2025.- Alma Delia Freyre recuerda que la mujer embarazada llegó montada en un burro junto a su esposo.
Tomasa ya iba en labor de parto. Pese a los años transcurridos, Alma Delia tiene la imagen nítida y cuenta el suceso como si estuviera viviéndolo otra vez.
Alma Delia apenas tenía 12 años de edad y ayudó a Tomasa a que naciera su hijo.
“Cuando vi al niño sentí mucha felicidad”, rememora Alma Delia Freyre, muchos años después de aquel alumbramiento en una casa de El Salto Pueblo Nuevo, en la sierra de Durango, de donde es originaria.
“Mis padres fueron enfermeros empíricos, eran parteros. Atendían partos en casa. Aprendí muchas cosas con ellos. Vi partos, suturas, cortábamos sábanas para hacer compresas, hervíamos el agua, las jeringas, a las agujas les sacábamos filos, dábamos atención médica empírica en sí. A los 10 años yo ya sabía inyectar. De ahí me nació este afán por ayudar a los demás”.
A sus padres les pagaban con gallinas, frijol, maíz. Luego su papá trabajó en el hospital que una compañía maderera instaló para sus empleados.
Alma Delia se casó a los 17 años de edad. Tuvo tres hijas y se fue a vivir a Mazatlán. Se dedicó a las niñas y a su casa, pero a los 35 años quiso estudiar Medicina.
“En Mazatlán no se ofertaba la carrera. Tenía que irme a Culiacán. Entonces me dije: ‘no se puede, ¿qué hay?’ Y estaba Enfermería. Entré a Enfermería”.
Estudió cuatro años, hizo el servicio social y al concluir le llamaron de la escuela de Enfermería para ofrecerle empleo.
A la par empezó a trabajar en una compañía japonesa encargada de los tratamientos de hemodiálisis en el Seguro Social.
“Entonces los partos para mí eran algo que seguían causándome sensaciones, pero eran sensaciones diferentes”, asegura mientras recupera el recuerdo de Tomasa, su esposo, el burro en el que llegaron y el niño que ese día nació.
“El campo laboral de enfermería no se dificulta tanto porque es meramente femenino. Pero en el andar de la enfermería he notado un poco de celo de los médicos para con las enfermeras. Las enfermeras hemos trabajado mucho para estar a la par del médico. Ellos y nosotras somos iguales”.
Pero haberse preparado como enfermera y ejercido su profesión le costó el matrimonio.
“Era mucho compromiso. Ahí sobrevino la separación. Como que estábamos acostumbrados a que yo era ama de casa nada más. Y estaba dedicada 100 por ciento a casa, a esposo y a hijas y todo. Se rompió y nos quedamos solas. Entonces me hago cargo de todo, de mis hijas. Yo las saqué adelante”, expresó.
Sus hijas también culminaron estudios profesionales. “Somos un matriarcado”, dice Alma Delia, quien tiene un Doctorado en Ciencias de Enfermería y actualmente es directora de la Facultad de Enfermería de la Universidad Autónoma de Sinaloa en Mazatlán, institución donde ha desempeñado diferentes cargos.
“Soy hija de parteros”, dice Alma Delia con orgullo, “y soy enfermera también. Lo traigo en la sangre”.