Indicador político
Polemarca fue un título militar y de gobierno en los pequeños reinos de la antigua Grecia. Su principal función era organizar y comandar al ejército, pero sus funciones tenían concesiones administrativas y judiciales. El polemarca era uno de los ‘arcontes’ en quienes recayeron los privilegios de los antiguos reyes (el arconte epónimo, por ejemplo, era el magistrado principal y el baileus arconte se encargaba de arreglos cívico-religiosos).
Sin embargo, aunque el ‘polemós arconte’ era un puesto ocupado por la aristocracia mediante elecciones, con el tiempo los polemarcas fueron sustituidos gradualmente por los ‘estrategos’, quienes tenían una formación militar más completa. Así, los polemarcas fueron reducidos a realizar funciones ceremoniales y, principalmente, participaban en los debates públicos.
En su cúspide, el polemarca (del griego polemós: guerra; y archón, gobernante) fue el ‘señor de la guerra’, un jefe militar de inmenso poder entre los belicosos pueblos helenos; imponía orden, combatía la corrupción y administraba la fuerza legítima de estos primitivos Estados. No obstante, su papel fue gradualmente ocupado por otro personaje y su poder también fue diezmado. El estratega (del griego strategós: ejército, campamento; y agein: conducir, guiar) pronto se convirtió en el verdadero señor de la guerra, el auténtico jefe militar y, todavía más: era un puesto público que no se sometía a elección sino a la promoción del militar más avezado y respaldado por las moras o unidades militares.
Es indudable que la historia y la lengua nos enseñan varias cosas sobre este asunto; primero, que el poder otorgado mediante el electorado a un líder social puede designar a casi cualquier ciudadano como ‘gran comandante’ o ‘comandante supremo’ de las fuerzas armadas de un pueblo; pero también alerta a dicho gobernante a mantener la mano muy firme sobre las huestes bajo su mando porque un verdadero estratega puede arrancarle el poder sin que su gobierno se de cuenta y termine simplemente ejerciendo lo que le queda de poder mediante la palabra, el debate y sí, la polémica (un concepto derivado de las horas más bajas de un polemarca).
Con lo que se vive en México en estas semanas, quizá sea bueno preguntarse quiénes son los verdaderos estrategas que están realmente guiando a las tropas y a las facciones, a los partidarios, a los simpatizantes y adeptos; quiénes van extendiendo su influencia sobre las instituciones políticas y administrativas del país; quiénes determinan los gastos y los presupuestos; quiénes imponen sus reglas y sus leyes. Quiénes quedan impunes, quiénes se benefician de la corrupción y el caos.
Cuando el tiempo del polemarca llega a las fronteras de su agotamiento, el gobernante simplemente participa de inacabables debates en el foro público, agota toda la retórica para mantener su fragmento de poder; y, sobre todo, sobrevive de la pura polémica (nuevamente, de polemós; y del sufijo ica/ico que significa ‘perteneciente a, relativo a’). Es decir, habla de lo que aparentemente le pertenece a él, al polemarca, pero que realmente está en manos del estratega.
Parece que por esta razón no es casualidad que en la única votación de los últimos tres años donde el partido el gobierno recibió apoyo gregario de partidos de oposición fue en la conservación de las fuerzas militares en tareas de seguridad pública hasta el 2028 (más allá de la mitad del próximo sexenio -gobierne quien gobierne-); que las investigaciones por actos delictivos y de corrupción cometidos por miembros del ejército son sistemáticamente eliminadas o desestimadas; que los principales contratos en esta administración son para empresas del ejército o para empresarios exmilitares; o que uno de los más graves hackeos de información oficial a servidores militares de la historia parezca tema secundario en el gobierno.
Un último relato: Durante la archiconocida Batalla de Maratón donde los griegos vencieron una de las muchas ofensivas de los persas, se dice que el polemarca Calímaco tuvo el voto decisivo para mantener a los helenos en la batalla en lugar de retirarse (como deseaban los estrategas). La batalla se ganó, pero Calímaco resultó muerto “atravesado por tantas lanzas que parecía estar de pie”. Esto último es muy singular porque para quedarse de pie, Calímaco debió recibir tantas estocadas de los persas como de los griegos. Se especula que los persas habían ofrecido oro a los estrategas griegos para que votaran por la retirada; pero la decisión de Calímaco puso a los comandantes militares griegos en un riesgo que no deseaban correr. El triunfo llegó, pero la corrupción cobró la vida del polemarca.