Indicador político
Por Bryan LeBarón
Hace unos días se anunciaron los requisitos para poder ser candidato de Morena en las próximas
elecciones, uno de ellos era que los aspirantes deben ser filtrados por la Fiscalía General
de la República, con el fin de revisar que no tuviera nexos con el crimen organizado, lo cual
es un esfuerzo loable si tomamos en cuenta el nivel de violencia que existe en México.
También es cierto que esta medida podría ser muy peligrosa si cae en la simulación, porque a los
criminales se les daría una “constancia de buen comportamiento”; así que por el bien del país, en
este filtro deberían participar más organismos, y apoyarse en la sociedad civil organizada, que
claramente reconoce los vicios de cierta clase política.
La experiencia nos dice que la simulación es más que dañina, pues pueblos y comunidades enteras
del país no sólo padecen la presencia del crimen organizado, también son testigos de que ocupan
cargos públicos o son cómplices, así que un candidato emanado de estos grupos, al llegar al poder,
sólo servirá a quienes lo impusieron con métodos de miedo.
Apenas el diputado del Partido del Trabajo, Edgar Hernández, fue detenido durante un cateo en su
domicilio, situado en Ixmiquilpan, Hidalgo, y en el lugar le decomisaron armas, además de
cartuchos y varias dosis de droga; esto sólo podría responder a una conducta criminal arraigada.
Vivimos en carne propia este tipo de corrupción, ya que uno de los detenidos por la masacre en
contra de nuestra familia, era director de seguridad pública de uno de los municipios aledaños al
lugar de los hechos, es decir que una de las personas que su encargo lo mandataba a proteger a la
población, se volvió un enemigo, traicionando su voto de confianza.
Cuando los alcaldes o gobernadores llegan defendiendo intereses criminales, la policía se vuelve
un ejército con placas y armas a favor de los delincuentes, y que vivamos jornadas tan violentas
también responde a la omisión o permiso abierto para que operen.
Si el filtro se vuelve efectivo sería un gran paso, y debería ser una medida que adoptaran todos los
partidos políticos; una verdadera reforma electoral, sería la de un organismo fuerte que evite el
empoderamiento institucional del crimen.
Estas medidas van de la mano de otra situación que debería ser permanente. Una vez que se
detuvo el avance los malos, debería garantizarse la seguridad de los buenos. No podemos ver
escenas como la de Abel Murrieta, quien fuera amigo y abogado de la comunidad. Él también
tenía aspiraciones políticas y competía por Movimiento Ciudadano por la alcaldía de Cajeme, pero
un 13 de mayo de 2021, fue asesinado a plena luz el día mientras recorría su municipio haciendo
campaña.
Esta propuesta de blindar las elecciones la había puesto sobre la mesa Ricardo Monreal, y al
parecer fue escuchada, ahora esperemos que sea un mecanismo que funcione con total
responsabilidad. En el México más violento de la historia no puede existir la simulación, y agotar
todas las posibilidades para combatir el crimen, debería abanderar todos los esfuerzos. Es por un
futuro de paz y libertad.