Teléfono rojo
El fin de semana pasado, para ser precisos: el día 11 de febrero Miguel Díaz Canel, quien funge como jefe del gobierno cubano, recibió la más alta presea que otorga el gobierno mexicano a extranjeros excepcionales por sus “servicios prestados a la nación (mexicana) y a la humanidad”, así, textualmente; causando, lo menos, azoro a las personas que saben que esta distinción no siempre bien otorgada; en esta ocasión, sin lugar a dudas, ha sido una inexplicable decisión que avergüenza.
Pero vamos por partes, porque no todos, como suponen en el Palacio Virreinal, carecemos de información básica y aunque se dude, aún con la mejor intención de parecer prudentes, las evidencias de los yerros tiran por la borda, los artilugios para distorsionar lo bueno por lo evidentemente malo, y lo verdadero, por la suciamente falso. Es el caso.
Por principio hay que entender que es incuestionable el ahínco, por desmoronar la cultura institucional mexicana, haciéndola parecer como bufona y burda con estas terribles fallas. Tal parece que se busca engrosar el catálogo de lo aberrante, para que cada mexicano se sienta humillado y ridiculizado en el mundo, formando parte de la esencia antiestética y aberrante del triste papel de paleros de tiranuelos en la escena internacional.
Porque ese sujeto Díaz Canel, absolutamente en ningún momento, ha prestado algún servicio a México, nada que no haya sido mediante una alta remuneración, dinero constante y sonante, que el gobierno cubano les jinetea a sus médicos, a quienes les mocha el salario ostensiblemente, y aparte, los obliga a promover el comunismo, verborrea mas muerta que los Castro, entre la población mexicana; como efecto sustancial del convenio secreto de recetar este apócrifo medicamento intangible que, el sistema mexicano de salud, supuestamente en rumbo de superar al sistema en Dinamarca, lo quiere lograr mediante el caducado lavado de cerebro, para el pueblo bueno que cree en cuentos y pamplinas.
Y para ser claros, nada ha hecho Díaz Canel en favor de la humanidad, que no sea oficializar el proxenetismo como parte del negocio sexual de la isla, fuente de divisas de la tiranía, instituyendo la autorización de cambios sexuales y matrimonios que dicen los libertinos, son no binarios, para atraer todo tipo de turismo sexual, que sustituya la falta de productividad, que se encargan de frenar por todos los medios, para que la gente solo dependa de lo que les quiera suministrar ese mal gobierno, apoderado de todo, y mantenerlos sometidos con las exiguas tarjetas de racionamiento, al lado de un mercado negro de todos los productos, avalado por moches o por los servicios de espionaje callejero.
Toda una tragedia para la gente que espera estacionada en los años sesentas o que el mundo se regrese a esa era, o lo que todos secretamente piensan, los liberen las fuerzas estadounidenses.
¡Pero eso nunca será posible!
¿Porqué?
Porque dejándonos de infantilismos y versiones para el buen pueblo creído o cretino, no sé. Cuba está en manos de las decisiones geopolíticas desde su existencia, primero bajo España y la élite criolla de haciendas, puros y ron; y después por su continuador, la potencia hegemónica. Obvio.
Salvo un arrendamiento caducado a la URSS, que le costaba 365 millones de dólares anuales, en el siglo pasado, la isla mantiene el mismo status, un territorio permanente amenazado por la base militar de Guantánamo, incluso con la presencia de los rusos que jamás hicieron algo para impedirlo. ¿Cómo?
Claro, la historia cada vez mas clara para los poéticos, incluso, esos que confunden la política concreta con los famosos sueños guajiros, ya los empieza a hacer pensar. Hoy te lo voy a decir mi querido lector de manera sintética.
Esa revolución cubana que te enseñaron a admirar fue un experimento, en primer lugar para mostrar las incapacidades del comunismo como sistema económico, hoy totalmente demostrado tanto en Rusia y Europa comunista a partir de 1991, naciones todas, que jamás, escucha amigo, por favor, jamás volverían a ese sistema de terror.
Pero más importante es la segunda razón, que no es primordialmente didáctica como la anterior, sino tremendamente práctica: Castro, recomendado por los teólogos de la liberación, recuerden la gigantesca promoción de la Revista “Life” en los años sesentas en favor de los chistosos barbones; impulsados, entrenados y avituallados por los agentes mexicanos de la guerra fría como Gutiérrez Barrios y sus huestes; fueron los que le quitaron al amo de la isla, el mafioso Meyer Lanski, dueño de casinos y burdeles, el control de la misma y a su esbirro Fulgencio Batista, que se atrevieron a desplumar en una noche de juega al principal patrocinador de la campaña del general Dwight Einsehauer, quien como presidente, dio la orden de quitarlos no solo de ese negocio en el Caribe, sino de paso a sus socios en la frontera mexicana, donde desde entonces se fueron cerrando hipódromos, galgódromos, casinos y prostíbulos, que eran asiduamente frecuentados por los efectivos de las bases militares cercanas a El Paso y a San Diego.
Desde entonces, los grandes de las pandillas estadounidenses se convirtieron en empresarios turísticos y fue permitido el juego paulatinamente. El primer convenio fue fundar Las Vegas, y de ahí Islas Caimán, y otros establecimientos hoy acreditados.
Ya clausurada Cuba, mediante sus esbirros, los Castro, empezaron el doble juego, ellos por ejemplo, fueron quienes avisaron a Estados Unidos que los soviéticos querían instalar plataformas lanza cohetes, lo de los misiles era la evidencia, los Castro no se equivocaron a quien servir y traicionaron a los rusos… tan, tan.
En la primera oportunidad los soviéticos les empezaron a reducir el subsidio. Por eso dicen los cubanos de Miami, que Kennedy los traicionó en lo de Bahía de Cochinos porque mantenía fuertes nexos con Castro, de siempre. Lo demás ha sido leyenda para Netflix y novelas para los del Fondo de Cultura Económica de hoy.
Nulificado Fidel por Raúl, éste hizo surgir el grupo de efebos que le rodeaban como incondicionales, de allí surgió Díaz Canel, y México lo premia, tal vez por haber seducido a Raúl Castro o por su compromiso de mantener clausurada la isla que antes de ellos, era próspera.
Y tal vez temerosos los del gobierno mexicano de que la ceremonia fuera rudamente protestada en la Ciudad de México, escogieron el feudo que heredó la hija del cacique local del siglo pasado, Sansores, a la impresentable Layda para hacer el espectáculo mas grotesco, totalmente naif, con dos ventajas adicionales, que la señora agradezca los servicios de inteligencia para empinar al tirano del PRI, y además, facilitar que la vieja aeronave del tirano de la isla, pudiera llegar mas cerca y menos inaccesible que el Felipe Ángeles, en el altiplano. A Díaz Canel no le pidieron aterrizar allí, no hubiera llegado. A él, solo le tocaba demeritar la medalla, nuestra vejada Águila Azteca.