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CIUDAD DE MÉXICO, 17 de octubre de 2024.- Hace dos décadas, mientras trabajaba en un laboratorio de la UNAM, Daniel Adriano Silva Manzano, egresado de la licenciatura en Investigación Biomédica Básica de la Facultad de Medicina, y del doctorado en Ciencias Bioquímicas de esa misma entidad y de la Facultad de Química, no tenía noción de que el evento que iba a suceder le cambiaría la vida.
David Baker, recientemente premiado con el Nobel de Química por ser pionero en el diseño de proteínas por computación, había impartido entonces una conferencia en la Facultad de Medicina, y aunque le insistieron para que conociera la grandeza de Ciudad Universitaria, decidió irse al lugar donde se sentía más cómodo: los laboratorios.
Como si fuera obra del destino, Silva Manzano era el único alumno en el laboratorio al que precisamente Baker pidió acceder. Intrigado por lo que hacía ese joven estudiante, el científico estadunidense comenzó a dialogar con él, y tuvieron una conversación que duró horas.
Ese evento encendió una chispa en Daniel Silva, cuyo único objetivo se centró en lograr trabajar con ese investigador que se había dado la oportunidad de interactuar con él.
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