El fin del INE o la reforma que se asoma
Afortunadamente para el país, Ramón de la Fuente, embajador ante la ONU, es quien para el mundo fija la postura de México con relación a la invasión rusa a Ucrania. El presidente López Obrador declara neutralidad, cuando Ucrania es quien ha sido invadida por el poderoso vecino y despojada de parte importante de su territorio, remembranza de lo ocurrido cuando México perdió más de la mitad de la extensión territorial. Hasta el Papa Francisco señaló el derecho y la obligación de recurrir a la legítima defensa de una nación cuando su existencia está de por medio. En el caso ucraniano, neutralidad es convalidar la agresión del poderoso. No hay una guerra, hay una invasión que se ha contenido por el apoyo de la comunidad internacional; económico, militar y político de EU, la Unión Europea y la OTAN.
En la Asamblea General en la ONU México, con la abrumadora mayoría de los países votó por la condena a Rusia de anexar a su territorio los espacios invadidos, resolución bloqueada por el veto ruso. La realidad es que nuestro país actúa de manera responsable y consecuente en el escenario que más importa. La confusión del presidente es un acto de extrema irresponsabilidad e inconsecuente con la política internacional que considera inaceptable la invasión no provocada de una potencia a una nación vecina.
En lo que va del tiempo del conflicto ha habido más mexicanos asesinados que muertes de civiles en Ucrania. La ONU en septiembre estimaba en 5,900 las bajas; en México, sólo en el mes de septiembre hubo 2,329 homicidios dolosos. Los sucesos en Ucrania constituyen una tragedia humanitaria con efectos desestabilizadores para la economía mundial, que se encamina a una recesión global; sin embargo, para muchos en México están lejanos en tiempo y distancia.
Los conflictos internacionales son la medida de los países y de quienes los dirigen. Los gobiernos del general Cárdenas y Ávila Camacho fueron ejemplo de responsabilidad y compromiso de las democracias frente a los totalitarismos; nunca invocaron neutralidad. López Mateos, Echeverría y López Portillo en su momento y circunstancia también lo fueron y no asumieron neutralidad. En el actual gobierno, el canciller Ebrard y de la Fuente, para bien del país han actuado de manera responsable, no así López Obrador y su oportunista iniciativa de paz en para este conflicto.
En este gobierno la política internacional ha perdido prestigio y claridad; también ha sido contradictoria. La postura respecto al gobierno del presidente Trump y hacerla de policía migratoria para satisfacer los impulsos xenófobos de la derecha racista norteamericana es un capítulo del mayor oprobio. Se entiende la asimetría y la consecuente debilidad, no la entrega ni el sometimiento. Recurrir al nacionalismo energético a manera de compensar es anacrónico, absurdo y contraproducente al interés nacional, especialmente si el resultado de este empecinamiento deriva en sanciones económicas al sector exportador.
Se entiende que la señora Clouthier renunciara al encargo en Economía. El problema no es la jauría que rodea al presidente, como ella confesara a Enrique Galván de La Jornada; el origen de la dificultad está en el mandatario, en su terquedad, en su ignorancia y en su indiferencia respecto a las consecuencias de continuar en la ruta de desentenderse de los compromisos del T-MEC, así como ha sido la “neutralidad” en la “guerra” de Ucrania. La renuncia es mensaje que debiera hacer al presidente reflexionar sobre el daño que está por provocar a su gobierno, al país y a las generaciones próximas.
En fin, el presidente de la neutralidad internacional y la polarización interna lleva al país al desastre porque sus erráticas y erróneas decisiones trascienden al tiempo del ejercicio de su responsabilidad. La fascinación por la militarización -no sólo de la seguridad pública- es una falsa respuesta a un problema mal diagnosticado, acompañado de una falsa certeza sobre la infalibilidad de los militares. Nunca, nadie en momento histórico alguno había suscrito tal tesis, como tampoco declarar, neutralidad en un caso de flagrante violación al derecho internacional.