Indicador político
La iniciativa para celebrar y reflexionar el papel de las comunicaciones sociales en la vida moderna y cotidiana surgió en el contexto de la Guerra Fría y en el gran salto de actualización institucional de la Iglesia católica en los años sesenta del siglo pasado; desde entonces, los pontífices comparten una reflexión anual sobre los mecanismos, los medios y los objetivos de la comunicación en la era contemporánea.
Así, algunos papas han puesto el acento en la operación institucional de la comunicación, en el control y la regulación; otros en la función social, en la dimensión moral y ética de los medios; y otros han reflexionado sobre los problemas de la hiper tecnificación, en el silencio, la mentira, en el relativismo o en la aproximación a la verdad. Francisco, sin embargo, ha presentado en una década de mensajes una ruta reflexiva centrada en las capacidades y limitaciones del ser humano para comunicar: en la escucha, la mirada, el lenguaje y la memoria; en el encuentro y el contacto, en la experiencia comunicativa concreta dentro de nuestras realidades y nuestras comunidades.
En este 2023, en medio del resurgimiento del pensamiento bipolar en el mundo que afecta tanto a la estabilidad y la paz (principalmente en la Europa del este) como a la dimensión económica global, a la migración, a la agresividad meta tecnológica y a los fanatismos políticos y pseudo religiosos, el mensaje del pontífice se ha enfocado en la posibilidad de que la comunicación sea cordial y esté orientada a la construcción de paz.
En su mensaje, Bergoglio denuncia una ‘psicosis bélica’ contemporánea: “Como hace sesenta años, vivimos una hora oscura en la que la humanidad teme una escalada bélica que se ha de frenar cuanto antes, también a nivel comunicativo”; y convoca a una comunicación de paz: “Se debe promover, en cambio, en todos los niveles, una comunicación que ayude a crear las condiciones para resolver las controversias entre los pueblos”.
El pontífice asegura que hoy las palabras se convierten en acciones bélicas y que las ideologías manipulan la verdad a través del lenguaje; por ello hace un llamado a emprender esfuerzos y actitudes diferentes en la comunicación. Sin embargo, hay que advertir que una lectura superficial de este mensaje podría generar la idea de que el pontífice está llamando a un ‘buenismo comunicativo’ y que la simple amabilidad del comunicador resuelve en gran medida los problemas que comunica; pero el mensaje de Bergoglio es algo más audaz: la comunicación debe reconocer las controversias y los conflictos humanos, las debilidades y los defectos sociales mientras rechaza todo acto de instrumentalización de la comunicación para generar enclaves cerrados, autorreferenciales y enfermos de esa soberbia de creerse superiores a otros espacios o a la humanidad en la que están contenidos.
Es decir, se debe comunicar el conflicto pero la propia comunicación no debe ser un vehículo autogénico de conflictos. Francisco lamenta por ello todos los empeños en la comunicación contemporánea que son utilizados con el objetivo de hacernos ver más “como nosotros queremos” y no “cómo realmente somos”; y esto obviamente aplica desde los filtros de las aplicaciones tecnológicas hasta la propaganda política o el maquillaje institucional.
‘Somos lo que comunicamos’, asegura el pontífice y afirma que la comunicación contemporánea está exhortada a auxiliar más a “encender el fuego” de la confianza (de la fe, la esperanza y el amor) en lugar de “preservar las cenizas” de las identidades atrapadas en lógicas de fronteras y prejuicios (ideologías, fanatismos y autorreferencialidades).
Siempre será importante poner una pausa al consumo de información y comunicación, que hoy nos supone casi la mayor parte de nuestro tiempo de vigilia; y hoy, más que nunca, es imperante reflexionar cuáles son nuestros consumos de comunicación y cómo estamos comunicando nuestra cotidianidad. Por que sin duda no podemos dejar de comunicar los conflictos, los problemas, las confrontaciones, la injusticia y la indignación ante las graves ofensas perpetradas contra la dignidad de la persona, de su ambiente y de sus comunidades; pero quizá la comunicación no deba ser un problema que se independice de los desafíos de la humanidad y defienda sus propias ruinas y cenizas mientras el mundo requiere talento para poder construir.