Migración y adicciones, maldición del progreso
Tal vez sin reponerse del trauma que debió causarle el
imponderable de dimensiones inconmensurables como fue
el huracán Otis, el presidente Andrés Manuel López
Obrador sigue sin tener una hoja de ruta para atender la
crisis humanitaria de Acapulco, un diseño posible de
solución de lo urgente que hay en la zona de desastre, para
poder tener espacio de atender los otros grandes retos
políticos y sociales que enfrenta.
El reto que representó para un improvisado político como
Mario Delgado la decisión del INE de que los partidos
deberían postular cuando menos a cinco mujeres como
candidatas a las nueve gubernaturas que estarán en juego
en junio del 29024, no ha sido resuelto y, por el contrario,
está permitiendo la llegada más abierta y voluminosa de
dinero de dudosa procedencia en los intentos que se libran
por hacer llegar a tal o cual personaje, hombre o mujer, a
las candidaturas mencionadas.
Lo que está en juego, y que en MORENA no aciertan a
resolver, y menos a entender, es el importantísimo hecho
de que sean las instituciones las que tengan el control de la
organización de las elecciones y su correspondiente
supervisión.
En política no existen los lugares vacíos. En cuanto se
presenta un caso de esa estupidez, de inmediato es llenada
por otros interesados, institucionales o no, en controlar, en
este caso, los procesos electorales del país.
Leí con preocupación una más de las inteligentes columnas
de Jorge Fernández Menéndez en las que advertía de los
graves riesgos que hay para México y su gobernabilidad, si
persiste la guerra sucia entre los partidos, particularmente
en MORENA.
Dice Fernández Menéndez en una columna que titula:
Claudia y la teoría del caos;
“Lo que estamos viendo en Morena, y que se extiende a
muchos otros ámbitos de la política nacional, podría
interpretarse como consecuencia de la llamada teoría del
caos: procesos en los cuales “pequeñas variaciones en las
condiciones iniciales pueden implicar grandes diferencias en
el comportamiento futuro, imposibilitando la predicción a
largo plazo. El comportamiento es prácticamente imposible
de predecir, no sólo porque sean complejos formados por
muchos elementos, sino también porque sistemas
relativamente simples y con pocos grados de libertad
pueden ser difíciles de predecir a largo plazo”.
Hoy tenemos pequeñas variaciones iniciales del proceso de
sucesión, en un escenario que impide las predicciones a
largo plazo porque estamos ante un sistema político donde
confluyen muchos elementos con pocos grados de libertad.
Cuando el presidente López Obrador operó la sucesión
presidencial y entregó el bastón de mando a Claudia
Sheinbaum no se esperaba que fueran los duros de su
entorno los que modificaran y desafiaran el propio proceso
de sucesión y a su sucesora. Hace semanas dijimos que
mientras Claudia (o Xóchitl en el Frente Amplio) no fuera
formalmente candidata (y faltan semanas para eso), tendría
los días más difíciles por las turbulencias internas y por los
reacomodos que implicaba su designación en Morena.
Ha habido una serie de movimientos previsibles: el
alejamiento de Ricardo Monreal y Adán Augusto López, la
virtual ruptura de Marcelo Ebrard, la necesidad de adecuar
equipos de campaña y hacer que funcionen (o no) con el
partido y el gobierno. Pero lo que no esperaba Claudia era
que la candidatura a la Ciudad de México de Omar García
Harfuch detonara un enfrentamiento cainita con los duros
de su propio”movimiento.”
¿Está perdiendo López Obrador la conducción política del
país?
O más aún: ¿El Presidente ya es traicionado por los que
siempre se han ostentado como los cercanos?
¿Le está fallando la fórmula de 99% lealtad para designar a
su equipo?
El país puede entrar en una caída sin retorno si no se
revisan las cosas que ocurren estos días y que afectan
seriamente la gobernanza en la gestión de AMLO.