Indicador político
Debate histórico en el Teatro de la República
“La Constitución es la piedra angular de todas nuestras libertades; guárdala y cuídala; mantén el honor y el orden en tu propia casa, y la República perdurará”: Gerald Ford
El emperador Nerón incendió Roma en el año 64 d.c., pero los historiadores no se ponen de acuerdo si fue accidental o provocado, de lo que sí hay reseñas es de que mientras las llamas devoraban la ciudad eterna, el tirano cantaba con su lira contemplando extasiado la destrucción, misma que quiso usar a su favor, aprovechando para erigir su gran palacio (Domus Aurea) y acusando a los cristianos de haber provocado el siniestro.
¿Se trató de un loco? Nerón figura como uno de los tiranos cuya estabilidad mental es ampliamente cuestionada por haber incurrido en excesos al gobernar tratando de cambiar el sistema tradicional de gobierno en el imperio romano ajustándolo a su visión personalísima, pero, ¿a qué viene esta anécdota de hace casi dos milenios en febrero de 2023?
Bueno, lo cierto es que el presidente Andrés Manuel López Obrador, el mismo que impulsó a la ministra Yazmín Esquivel de Rioboo para ocupar la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y a quien no cesó de apuntalar aun cuando fue acusada de presunto plagio de su tesis de licenciatura, ahora sale con que la presidenta Norma Piña puede presidir la Suprema Corte de Justicia gracias a él.
Sin duda, esa narrativa de destacarse de los anteriores presidentes de la República en que ellos ponían y quitaban a su antojo al presidente de la Corte, según él “hablando en plata”, él está por la separación de los Poderes de la Unión, “pues he sido respetuoso de la independencia de los mismos”, aseveración inverosímil y falsa, debido a que ha querido imponerse aún con mayores atribuciones a las que nuestro régimen hiperpresidencialista le otorgan.
Insiste en sus conferencias mañaneras, en asegurar que su intención al tratar de demoler al INE y que se apruebe en el Senado su Plan B electoral es vetar el financiamiento desmedido a los partidos políticos, el mandatario federal sostuvo que será la Corte, en la que no confía, la que resuelva este diferendo. Pese a ello, afirma que no aplicará su facultad de veto, ” No, no, si yo veto ahora, imagínense, me van a tachar de dictador.
Habría que preguntarnos qué intenciones esconde nuestro señor presidente con esa narrativa inconexa, falaz, confrontacional. Un discurso preelectoral preocupante, que llama al odio, y al cual se suman cada día las corcholatas, dirigentes y funcionarios de Morena, gobernantes estatales, y demás militantes y simpatizantes de la llamada 4T.
En este contexto, debe llamarnos a la reflexión lo ocurrido el pasado 5 de febrero durante la ceremonia para celebrar el 106 Aniversario de la Constitución de 1917, sin duda es inédito que el Teatro de la República vuelva a ser el recinto que albergue disertaciones de una nueva confrontación ideológica entre los oradores a la ceremonia.
Seguramente, no sería de extrañar, si en un ejercicio idílico de imaginación, los 219 diputados constituyentes pudieran escuchar los argumentos de hace unos días, bien podrían inscribirlo como la simiente de un acuerdo político-electoral entre poderes y factores de poder para conservar la democracia.
Si recordamos a los congresistas de todo el país, que venían de luchas revolucionarias, debatieron en ese recinto por alrededor de 100 días para lograr un consenso sobre el contenido de nuestra Carta Magna vigente, sin ignorar la materialización de las conquistas revolucionarias, la propiedad sobre la tierra, los derechos laborales, la educación laica y, por primera vez, se establecen a nivel mundial las garantías sociales.
Lamentablemente no estamos en ese contexto de búsqueda de consensos o de liderazgos en la defensa de los derechos, aunque sí es urgente lograr pactos de unidad y respeto a las leyes que nos permitan comicios legales y legítimos en los estados de Coahuila y de México, así como avanzar en restaurar el andamiaje jurídico que nos garantice elecciones pacíficas y transparentes en 2024.
Presidencia de la República quiere inclinar nuestra atención en la forma y no en el fondo, si no cómo explicarse que el vocero critique a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ministra Norma Piña, por no ponerse de pie ante el presidente de la República. Y si la forma es fondo, entonces dadas las características presidenciales debemos celebrar que a la Corte haya llegado una mujer valiente, que no se inclina ante el jefe del Ejecutivo.
La primera mujer en presidir la Corte, aunque un poco nerviosa fue contundente al exponer sus ideas: “La independencia es la principal garantía de imparcialidad del Poder Judicial, no es un privilegio de los jueces… La autonomía judicial es el principio que garantiza la adecuada impartición de justicia para hacer efectivas las libertades y la igualdad de las y los mexicanos… La Constitución es el pacto que permite superar las diferencias y obliga a las autoridades a promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos”
Si nos vamos por razones de protocolo, hace tiempo que una nación democrática como México, la rompió al colocar a nuestro primer mandatario custodiado por los jefes militares de la SEDENA y SEMAR, aún en actos donde serían los jefes de los poderes civiles quienes deberían tener mayor cercanía al presidente, o cuando la primera dama interviene para decidir arbitrariamente quien puede marchar junto al presidente en ceremonias oficiales o ella misma se excede en actitudes de protagonismo.
El debate en el Teatro de la República reflejó que hay un claro antagonismo entre opositores y aliados a Morena en el Congreso de la Unión. Por el bien de México tendrán que esforzarse en parlamentar –dialogar–, encontrar acuerdos en lugar de acrecentar los conflictos con actitudes irreductibles. Es claro que el panista Santiago Creel nunca quiso ofender a los militares al no permitirles la entrada armados al salón de plenos, es un exceso quererlo deponer como exige el presidente de Morena, Mario Delgado.
Finalmente, los gobiernos y sus fiscalías en México deberían estar preparando sus propios juicios en contra de los delincuentes organizados que opera impunemente en México, y en contra de un sistema de corrupción que ha trascendido a varias administraciones, en lugar de sólo atisbar y atizar lo que ocurre en Estados Unidos en contra del exsecretario de Seguridad Pública y su jefe el expresidente de la República, Felipe Calderón.