Itinerario político
Nuevamente, la Iglesia católica realiza un esfuerzo por acercarse a las nuevas dinámicas de la vida cotidiana de los mexicanos que, en buena medida, se expresan en las plataformas tecnológicas y en las redes sociodigitales. La intención es alcanzar a todas aquellas personas que puedan tener inquietudes o necesidades de servicios ministeriales y están acostumbradas a encontrar respuestas a sus preguntas en sus teléfonos inteligentes y a través de internet.
En este reiterado esfuerzo de la Iglesia católica por participar del ciberespacio, el miércoles pasado fue presentada la aplicación ‘Iglesia Digital’, una plataforma con bases de datos de la Arquidiócesis de México y de la Iglesia mexicana desarrollada y patrocinada por el empresario Ricardo Salinas Pliego y su familia. La plataforma, explicaron: “busca generar un espacio de encuentro, diálogo y evangelización, aprovechando la tecnología”.
Esta nueva aplicación para teléfonos inteligentes (requiere un número telefónico para la geolocalización) ofrece un directorio parroquial, horarios de misa y registro de intenciones; pero además provee un servicio de red social para católicos, transmisiones digitales de misas, un repertorio de oraciones y varios recursos catequéticos digitales publicados por el órgano oficial de la Arquidiócesis de México.
Ya años atrás -aunque fue suspendida en su funcionamiento interactivo en enero del 2022- la propia Conferencia del Episcopado Mexicano en alianza con el banco Santander lanzó ‘Appostólica’, otra plataforma digital que también ofrecía diversos servicios a usuarios: noticias locales, misal, liturgia de las horas, la Biblia, búsqueda de parroquias en territorio nacional, horarios de Misa y un sistema de donativos que, potenciado por la banca electrónica, facilitaba la emisión de donaciones, diezmo y otras retribuciones por estipendios.
Sin embargo, la nueva herramienta de la Iglesia capitalina ofrece un servicio ciertamente audaz para una metrópoli donde viven, trabajan, estudian y transitan más de 12 millones de mexicanos: un botón de emergencia, para aquellas personas que deseen encontrar en sus inmediaciones a un sacerdote disponible para que pueda celebrar sacramentos de unción de enfermos, reconciliación (confesión) o presida una Misa de funeral. Sin duda es una de las preocupaciones centrales de las diócesis en grandes urbes donde los servicios de pastoral sanitaria (atención de enfermos) o exequiales casi siempre son atendidos por sacerdotes artificiosos, tránsfugas sin licencias ministeriales o directamente usurpadores de funciones sacerdotales.
No son los únicos esfuerzos de aproximación católica en el mundo digital; existen plataformas de servicios de misas particulares vía streaming, catecismos actualizados y traducidos a nuevos lenguajes y consumos audiovisuales, redes sociales para participar en ritos devocionales (incluso con videos de personajes de la farándula) y hasta espacios formativos con diferentes grados de certificación oficial. La oferta de servicios católicos digitales también incluye plataformas de acceso a producciones cinematográficas, televisivas o de podcasts de contenido católico (Famflix o Formed, por ejemplo); e incluso la Iglesia mexicana se ha aventurado en el internet de las cosas al integrar entre los ‘skills’ de Alexa-Amazon el recurso denominado ‘Red Católica’.
Sin embargo, también parece que a estas herramientas siempre les hace falta ‘algo’ que tiene que ver con el núcleo mismo de la experiencia cristiana: la presencia. Casi todas las herramientas tecnológicas por las que la Iglesia católica ha apostado tienen un carácter meramente asincrónico en el que ‘alguien’ ha dejado allí un video, un versículo, una nota o un dato de contacto ‘para que alguien lo vea por si pasa’; pero que en el fondo carece de lo que realmente es ‘Iglesia’: llamado, asamblea, convergencia, comunidad, acompañamiento y un espacio simbólico donde se comparten presencialmente (sincrónicamente) la gracia y los misterios como afirma el evangelio: “Porque allí donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Sin duda es un reto; no sólo operativo o funcional, sino pedagógico. Porque la Iglesia durante muchos siglos enseñó a través de un modelo asincrónico majestuoso: el arte religioso y litúrgico en los espacios celebrativos. Incluso a pesar del analfabetismo de la gente, al entrar en un santuario o catedral, el feligrés siempre podía ‘leer’ el catecismo en cada rincón del templo, justo allí donde además, también podía acudir a presenciar los misterios.
La pantalla de un teléfono inteligente (quizá el espacio simbólico más desacralizado de la modernidad) puede ser sin duda un vehículo que propicia el encuentro, pero no es el encuentro. Eso sucede en otro territorio.