Indicador político
La Casa Blanca ante su prioridad interna: Casa Blanca 2024
Carlos Ramírez
El primer mensaje sobre las nuevas prioridades del presidente Biden se conoció la semana pasada cuando el secretario de Estado, Antony Blinken, llegó a México a una reunión bilateral estratégica que amenazaba con un escenario de ruptura geopolítica por las amenazas nacionalistas del presidente mexicano López Obrador.
Pero el encargado de la poderosa política exterior estadounidense mostró en México su lado amable y anticonflictivo y eludió profundizar las diferencias en migración, narcotráfico y relaciones comerciales. El mensaje quedó muy claro: la prioridad del presidente Biden se encuentra en su agenda electoral interna por las elecciones legislativas y de gobiernos estatales en noviembre próximo que pudieran cambiar el panorama político estadounidense en la segunda mitad del primer periodo.
De manera tradicional, el partido opositor siempre ha logrado un mejor posicionamiento en el Congreso y las gubernaturas, aunque hoy con el mensaje preocupante de que la única oposición política y electoral es la que representa el expresidente Donald Trump controlando el Partido Republicano y el mismo proponiéndose como candidato presidencial en 2024.
El presidente Biden se enfrenta a dos graves problemas: su edad –tendrá 82 años en 2024– y el dispositivo revulsivo del expresidente Trump para agitar la política interna en el escenario de una polarización por la radicalización ideológica de los republicanos y el regreso a sus propuestas del destino manifiesto de su fundación. El ambiente interno en Estados Unidos ha llegado al punto de estarse debatiendo de manera muy seria el clima de guerra civil entre sectores del centro progresista y el radicalismo fundamentalista de la ultraderecha republicana que se encuentra más a la derecha del neoconservadurismo imperial,
Las redefiniciones internas han afectado al Partido Republicano para sacarlo de su vieja agenda anti fiscal y de dominio imperial de exterior y llevarlo a la lucha actual de la ultraderecha para regresar a los tiempos anteriores a los años sesenta en que se dio toda la agenda de tipo progresista social y de derechos para las minorías y los ciudadanos no propietarios.
La nueva agenda republicana retoma con mayor ferocidad temas como el de la propiedad individual de armas y sobre todo el sentido de la Segunda Enmienda constitucional para que los ciudadanos puedan crear milicias armadas en defensa de sus intereses, hoy presentándose como ejemplo el caso de las organizaciones radicales conservadoras que tienen milicias armadas para combatir con violencia a los migrantes que cruzan las fronteras estadounidenses sin pasar por las regulaciones legales.
El presidente Biden ha dado un giro estratégico en sus prioridades y ahora todo tiene que ver con su fortalecimiento personal, la cuestión de los demócratas y el objetivo central de minar el ala republicano de Trump, con decisiones que han distorsionado los equilibrios internos como, por ejemplo, los programas de apoyo a los consumidores locales con circulante artificial que ha disparado la inflación a un techo de 9% y que está siendo combatida por la Reserva Federal con alzas continuas en tasas de interés para retirar dinero de la circulación que genera inflación.
En este contexto se localizó la nueva gestión de la agenda México-Estados Unidos saliéndose de los puntos graves de fricciones y confrontaciones que estaban envenenando las relaciones bilaterales en los temas de migración, narcotráfico y Tratado comercial, aunque con indicios de que no se trata de una nueva política sino de un impasse que disminuya las tensiones entre los dos países y que evite que el presidente López Obrador siga utilizando su relación personal con Trump como una forma de debilitar las decisiones del presidente Biden.
Algunos analistas comienzan a encontrar esta explicación de la agenda electoral interna en estos indicios de distanciamiento operativo y estratégico de Estados Unidos respecto de la guerra en Ucrania para no convertir a Rusia en un problema político-electoral estadounidense y trasladar la confrontación geoestratégica a solo discursos de fricciones no decisivas con China, como una manera de mantener la política exterior hegemónica en la retórica y no en una guerra que ha entrado en una zona de incertidumbre.
El presidente Biden está siendo lanzado como la única figura capaz de desactivar desde ahora la capacidad política del expresidente Donald Trump y, llegado el caso, confrontarlo con relativa ventaja en las urnas en noviembre de 2024, sobre todo por el desmoronamiento de las expectativas que había despertado en su momento la vicepresidenta Kamala Harris y que hoy aparece borrada del bloque de poder que representa el presidente Biden, inclusive con indicios de que carece de fuerza para enfrentar a Trump.
La situación interna en Estados Unidos en sus vertientes política y social se encuentra en niveles de crisis grave por la manera en que Trump ha logrado reactivar a los grupos conservadores que se mueven por la dinámica racista, llevando el debate neoconservador de política fiscal y política exterior a un nuevo equilibrio de corrientes sociales que están desbordando los límites de control institucional del Estado.
Al presidente Biden le queda poco tiempo para recuperar ventaja y evitar que los republicanos logren la mayoría en la Cámara de Representantes, el Senado y en las gubernaturas estatales, pero con el dato mayor de que el pivote electoral republicano es el expresidente Trump haciendo campaña personal por candidatos conservadores de su radicalismo social y racial y que hasta ahora han comenzado a dar indicios de ventaja electoral.
El presidente Biden tiene apenas mes y medio para darle la vuelta a las encuestas y evitar el fortalecimiento de Trump o prepararse para entregarle otra vez las llaves de la Casa Blanca a su antecesor.
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