
La obsesión de criminalizar
Francisco nace en un remoto pueblo en lo que hoy es el norte de Italia. Funda una orden de locos que viven de la caridad, capaces de cruzar el mundo para mostrar con su ejemplo que los últimos serán los primeros y que la religión católica se debe a las periferias. Uno de sus santos es el novohispano Felipe de Jesús, el de la higuera, el que asesinaron en 1597 en Nagasaki.
Hace años me topé con Soldados de Salamina, libro que narra los últimos días de la guerra española y las pesquisas para encontrar a un soldado republicano que perdonó la vida a Francisco Sánchez Mazas. Por las páginas cruza la sombra de José Antonio y su falange. El autor: Javier Cercas, un ateo extremeño que hoy tiene 62 años.
“Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso. Pero aquí me tienen volando a Mongolia con el anciano vicario de Cristo en la Tierra, dispuesto a interrogarle sobre la resurrección de la carne y la vida eterna. Para eso me he embarcado en este avión: para preguntarle al Papa Francisco si mi madre verá a mi padre más allá de la muerte, y para llevarle a mi madre su respuesta. He aquí a un loco sin Dios persiguiendo al loco de Dios hasta el fin del mundo”.
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