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CULIACÁN, Sin., 7 de marzo de 2025.- Cuando Dalia escuchó la palabra oncólogo la sangre se le salió del cuerpo.
Luego cuando le confirmaron las sospechas de cáncer en la tiroides, un escalofrío la cimbró y lloró toda una semana.
Tenía 35 años de edad y ella no sabía cómo luchar contra eso.
Dalia relató que antes de la confirmación clínica ella ya había notado un pequeño bulto en el cuello, sentía molestia al comer y notaba que se le iba la voz, pero no había ido a revisarse porque no quería saber.
No quería enfrentarse a algo que su intuición de mujer le decía que iba a ser algo malo, pero ella siguió aferrada a no revirase.
Prolongó la ida al médico por semanas, meses, hasta que en marzo de 2021 llevó a su mamá a consulta.
Estaban en la antesala y entonces pasó aquella doctora, la que le hizo entender que tenía que atenderse.
Una doctora con bata de ángel, dijo Dalia al recordar ese día.
La doctora le vio le vio la pequeña protuberancia en el cuello y con eso fue suficiente para advertirle.
Se acercó a Dalia y platicó con ella, le sugirió que fuera a checarse.
“Ve a hacerte un ultrasonido para que te revisen ese bultito que traes en el cuello porque no creo que sea algo bueno.”
Entonces hizo caso, al día siguiente fue, y de acuerdo al doctor, Dalia tenía todos los síntomas de un cáncer: pérdida de peso, se le iba la voz, cambios bruscos de humor.
“El técnico que me atendió me dijo que necesitaba que fuera al día siguiente otra vez. Quiero que el especialista te vea y te diga si necesitas el pase directo con un oncólogo. Cuando dijo oncólogo a mí se me fue la sangre del cuerpo. Yo dije: esto es cáncer”.
Días después el oncólogo confirmó la enfermedad.
“Me puso la mano en la pierna y me dijo: es lo que temíamos, es cáncer en etapa 2, altamente invasivo y está avanzando rápido. Es muy fea la incertidumbre, el miedo. Yo me acuerdo del diagnóstico y todavía me da escalofrío”.
“Lloré, lloré… porque yo nunca había sabido de cáncer, nunca en mi vida había leído de cáncer de tiroides porque es algo que no te esperar y menos a la edad en que me lo detectaron. Pensé mucho en mi mamá. En quién vería por ella si yo llegaba a faltar. Y pensé en todo lo que iba a perder si eso no se solucionaba de la mejor manera. Lloré mucho, muchísimo, toda una semana”, comentó.
Dalia asumió que no sería fácil, que el cáncer la metía por un camino de incertidumbre y miedo.
Vino la cirugía y luego el tratamiento que le provocó le caída del pelo y uñas.
Renegaba de todo y de su mala suerte, al grado que el mal humor se le volvió una costumbre.
Hasta que un día en una de sus citas de seguimiento se encontró con otra paciente y fue entonces que empezó a ver su problema con otros ojos.
Al entrar con el médico, este le contó el caso de la paciente que Dalia acababa de ver afuera del consultorio, era una jovencita con cáncer en etapa terminal.
“Yo quejándome, diciendo que por qué y maldiciendo. Y sale la muchachita de veintitantos años con un cáncer terminal, de los agresivos. Y ese encuentro, haberme enterado de su historia, fue el que me hizo asumir otra postura con mi enfermedad. Me cambió el chip. Fue como a los seis o siete meses de que me confirmaron el cáncer. Y ese día me dije: de todos los tipos de cáncer que hay el mío es de los menos agresivos y por fortuna fue detectado a tiempo y aquí estoy”.
Han pasado cuatro años desde el día de la confirmación y sabe que después del quinto año es poco probable que el cáncer salte a otro órgano.
El tratamiento es de por vida y la revisión médica a la que tanto se resistió ahora es cada cuatro o cinco meses.
Dalia dice que está de pie y que aprendió a agradecer.
“Ahorita ya es más tranquilidad porque son cinco años de seguimiento, posteriormente a ese tiempo ya es poco probable que el cáncer salte a otros órganos, que haga metástasis. Ahora que voy al médico y me dice que toda va bien, salgo del consultorio y respiro. Respiro todo lo que es la vida”.
La vida, todo eso que Dalia estuvo a punto de perder por no querer ir a una simple revisión médica.
Aunque cada vez que recuerda las palabras oncólogo, cáncer, biopsia, los escalofríos le cimbran el cuerpo y le aceleran la sangre.