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Donald Trump puede sentirse satisfecho.
Un mes antes de asumir su segunda presidencia tiene lo pedido al gobierno mexicano en la primera estadía en la Casa Blanca y mucho más.
Entonces apretó con su amenaza de muro y su presión con amagos arancelarios para frenar las corrientes migratorias al sur de su frontera.
No fue necesario construir el muro de granito y alambradas -apenas unos kilómetros en los lugares más porosos- porque México le puso una barrera militar desde los ríos Suchiate hasta el Bravo.
-México el pagará el muro y ni siquiera va a saber cómo -dijo entonces, y luego presumió la barrera de 28 mil soldados colocados por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Ellos y los agentes migratorios de Francisco Garduño hicieron su parte con un gran costo para quienes, carne humana en busca de alimento y trabajo en la gran potencia, fueron repatriados o retenidos.
Otros corrieron con peor suerte, como los 40 muertos en la gran hornaza del Instituto Nacional de Migración (INM) en la estación de Ciudad Juárez por cuya vida no ha respondido el citado Garduño.
Por fortuna no ratificado ni reacomodado… hasta ahora.
A VER QUÉ MÁS PIDE
Ahora Donald Trump tiene eso y más.
Con los decomisos dirigidos por el secretario de Economía, Marcelo Ebrard Casaubón-, y el decreto presidencial recién firmado, ya comenzaron las sanciones a China.
Con una coincidencia, el artífice entonces y ahora es el mismo.
Por esa vía, vía predilecta del magnate estadunidense, se imponen aranceles de 35 por ciento a 138 y tasas menores a otras fracciones de mercancías confeccionadas so pretexto de salvaguardar 79 mil empleos de la industria textil mexicana.
El sector celebró esta disposición porque, como dijo el presidente del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (Comce), Sergio Contreras, se va por buen camino.
Es “una estrategia que permita que la apertura que tiene México deba ser controlada”.
Magnífico defender a la industria nacional y la os empleos pero, más allá de justificaciones, cuánto se parece a los deseos de quien el 20 de enero, exactamente dentro de un mes, jurará como presidente de los Estados Unidos.
A ver qué más pide luego.
AJUSTES DE ENERO
Un ejército de morenistas espera acomodo.
El gobierno de Claudia Sheinbaum ya prepara su gran celebración de los cien días y multitud de ellos no han recibido su nombramiento para disfrutar el poder y el dinero sexenales.
Peor aún: en muchos lugares siguen los funcionarios de la administración pasada en posiciones de segundo y tercer niveles porque en octubre pretextaron haber sido nombrados por López Obrador.
Ante el riesgo de conflicto, se les dio un plazo.
En principio se les ofreció revisar su situación, caso por caso, a más tardar en diciembre y mantienen intactos sus contratos temporales y los ingresos convenidos.
Pero pronto tendrán noticias.
Como adelantamos aquí y luego lo confirmó la presidenta de la república, se hace una evaluación de nuevos y viejos burócratas sin base ni sindicato para determinas quiénes se quedan y quiénes se van.
Ahora la fecha fatal para gran parte de ellos será el 15 de enero, cuando se iniciarán las remociones en cascada, primero algún secretario, varios subsecretarios y quizá directores generales.