Indicador político
La recaptura de Caro Quintero
Inteligencia Militar, son dos términos contradictorios: Groucho Marx
Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador conduce una más de sus funciones circenses desde Palacio Nacional y se ríe de la situación provocada ante Estados Unidos por ignorar las leyes que rigen el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), y hace irrumpir a Chico Ché en Palacio Nacional, con su interpretación de: “Huuy qué miedo, mira cómo estoy temblando”, los socios comerciales del norte no se la toman a chunga, por lo que nuestro mandatario debiera ponerse serio.
La gloria por la reaprehensión de Rafael Caro Quintero por parte de un grupo de Operaciones Especiales de la Secretaría de Marina, fue reclamada también por la DEA, la cual había tasado su altísima peligrosidad al ofrecer una recompensa de 20 millones de dólares, estímulo que a la fecha no ha sido entregado.
La Secretaría de Marina, reacia a compartir el triunfo, tuvo que reconocer que con la DEA se mantiene intercambio de información, y que esta auxilió a Inteligencia Naval para lograr la captura, pero en el operativo no estuvo presente, aseguró el contralmirante José Orozco Tocaven, jefe de la Unidad de Comunicación de la Marina Armada de México, por lo que considera injusto se minimice la capacidad de esta dependencia.
Si nos atenemos a la verdad oficial, preguntaría al contralmirante a cargo de la comunicación: ¿Cómo aplaudir y disociar que esta reaprehensión tuvo un costo altamente oneroso: la vida de los 14 oficiales jóvenes, destacados y prometedores, ¿enluta a la Nación y por tanto el resultado del operativo?
Más triste aún es que su comandante supremo de las Fuerzas Armadas no asistiera al homenaje luctuoso, tampoco hubo altos funcionarios del gobierno ajenos al mando de SEMAR, por eso pregunto: ¿A quién debe lealtad el Ejército?
Además, si la Marina pocas horas después asumió que en la caída de la nave “no se presentan vestigios de explosivos, ni de uso de armas de fuego, ni nada que pruebe que haya habido un evento criminal para derribarlo” entonces hablamos de que el helicóptero Black Hawk “accidentado” se cayó por fallas humanas o técnicas, y esto sí que demostraría ineptitud y probable responsabilidad institucional.
Veamos qué se dictamina en un mes, plazo oficial preestablecido, para que el Comité Técnico Investigador de la SEMAR junto con la Fiscalía General de la República den a conocer las causas del evento trágico del pasado 15 de julio.
Pero resulta increíble la captura del peligrosísimo maleante sinaloense apodado “El Príncipe”, ex líder del Cártel de Guadalajara, quien pese a ser considerado el jefe de jefes del narcotráfico, inexplicablemente al ser detenido andaba solo, sin escolta, a salto de mata, literal.
Caro Quintero purgó una condena de 28 de los 40 años que recibió de sentencia por participar en el asesinato del agente de la DEA, Enrique Kiki Camarena Salazar, pero fue liberado en 2013 porque un juez colegiado consideró que había errores en el proceso, poco después ordenaron su reaprehensión.
Cuenta la historia épica relatada por Marina –pareciera hecha para el consumo popular– que el prófugo de la justicia desde hace nueve años fue capturado gracias al olfato de un “oficial canino”, la perrita llamada Max, sucesora de Frida, la muy homenajeada y recién retirada heroína en el rescate de sobrevivientes del sismo de 1917. ¿Será? Bueno, hasta los amantes de los perros desconfiamos de esta versión.
En tanto, el periodista experto en el tema, Raymundo Rivapalacio, asegura que esta captura desencadenó esfuerzos en las redes sociales asociados a AMLO para impedir que la detención del narcotraficante tuviera como segunda víctima a Manuel Bartlett, el director de la Comisión Federal de Electricidad, mismo que en 1985 como secretario de Gobernación fue asociado al crimen del agente de la DEA.
Y para sustentar su afirmación Rivapalacio cita un escrito de Jenaro Villamil, presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, en Twiter, recordando que “declaraciones y revelaciones de exagentes de la CIA apuntan a que fue esta ‘compañía’ (como le dicen a la CIA) la que ordenó el crimen de Kiki Camarena porque descubrió los nexos de la CIA con el Cártel de Guadalajara y la DFS (Dirección Federal de Seguridad) para financiar a la contra sandinista en Nicaragua”.
Aquel capítulo, ocurrido hace 37 años, aún es una página negra que concita a los gobiernos de México y Estados Unidos, las agencias estadunidenses de Control de Drogas e Inteligencia –la DEA y la CIA–, la DFS dependiente de la Secretaría de Gobernación, acuerdos entre gobiernos y narcotraficantes, el financiamiento a Contras nicaragüenses para derrotar al Sandinismo, la inclusión de Irán, campesinos esclavizados, son todos factores relacionados en esta compleja trama.
Quizá nunca se conozca la verdad verdadera de esos hechos y tampoco de lo ocurrido realmente en la reciente detención de Caro Quintero. En 1985 hay indicios que entrelazan el caso del Kiki con el asesinato del columnista Manuel Buendía, quien al parecer poseía información que pondría al descubierto la red de complicidades entre gobiernos y narcotraficantes.
En el caso de la reciente captura está por escribirse la procedencia de los reclamos de extradición de Caro Quintero. Pero, hay hilos sueltos en la narrativa oficial y empiezan a aparecer diferentes versiones. ¿Será que, como dice Groucho Marx, Inteligencia Militar son dos términos contradictorios?
Y mientras los diferendos comerciales entre socios del T-MEC inicia con consultas, si continúa el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tratando de pasarse por el arco del triunfo las leyes que rigen los tratados internacionales e imponer su visión sobre el manejo de los energéticos, seguramente vendrá el panel de controversias, y si tiene razón el embajador Ken Salazar, estas podrían costar a las muy mermadas finanzas públicas, 30 mil millones de dólares.
Así las cosas, hacemos votos porque se imponga la ley y la razón y, por favor, señor presidente deje a un lado la locuacidad de invocar la genialidad de Chico Ché. Bueno, ni el Chapulín Colorado podría salvarnos de esta.